He vuelto.

domingo, junio 08, 2008

Yo maté a Federico García Lorca


Hoy al llegar a casa he visto que había una extraña carta en el buzón. No tenía ningún elemento identificativo: ni destinatario ni remite. Nada. La miré con cuidado, comprobé que estaba bien cerrada y a contraluz vi que contenía un folio doblado. Sopesé si abrirla, pero me dije "qué hostias, si la tengo en mis manos es por algo" así que rasgué el lateral del sobre y extraje el contenido.
No puedo quitar la vista del papel que hasta hace unos minutos ni existía para mí. Es de una gran calidad, me ha impresionado su grosor, su textura agradable y su blanco inmaculado. Reposa desdoblado encima de la mesa, la tinta azul con la que está escrito brilla cuando impacta sobre ella la luz. La caligrafía es fuerte y decidida, diáfana (salvo el nombre a quien va dirigido el saludo, no he logrado descifrarlo); ligeramente inclinada hacia delante y los renglones son rectos, bien distribuidos y espaciados. Me ha atrapado, no dejo de leerla, una y otra vez, intentando comprenderla. La transcribo.

Estimado (ininteligible),

Yo maté a Federico García Lorca. No fue mi mano la que apretó el gatillo del fusil que apuntaba directamente a su testa ni mis ojos los que vieron esparcirse sus sesos por los aires. Aquel fusilamiento no existe para mí, mi memoria no lo recuerda. Tampoco di o transmití las órdenes. Sin embargo yo lo maté aunque no estuviera presente o tuviera vinculación alguna; ni siquiera habían nacido mis padres. Lo que hice es mucho peor.

Yo maté a Federico García Lorca porque maté por todo lo que luchó. Maté sus ansias de liberación, de amor, de tradición. Maté todo lo que redescubrió y para ello no me hizo falta mancharme las manos con su sangre. Soy tan culpable o más que los que lo ordenaron o lo ejecutaron. Para hacerlo no he usado ningún arma asesina, sino algo más sencillo pero a la vez infinitamente más diabólico y eficaz: el olvido. No sé nada de Federico García Lorca, ni de lo que representa este hombre; no sé ni quiero saber el mensaje de sus versos y sus obras de teatro. No me interesan sus sueños, sus motivaciones. Le desprecio.

Nada de lo que quiso comunicar existe en una vida, la mía, que se resume a continuar en la inercia del silencio de las respuestas sin pregunta. Disparo a Federico García Lorca cada vez que tomo como vano aquello por lo que murió. Ahora, mientras escribo estas líneas soy consciente de lo abominable de mi acto. Soy una bestia, un animal inconsciente capaz de cualquier salvajada criminal por mantener su ignorancia como la cima de la sabiduría que puede alcanzar. Depredo con avaricia mi entorno por puro placer destrozando el cuerpo dentellada a dentellada de cualquier aspirante a verso del poeta. Nada queda ya.

Atentamente,

Usted.

PD: Realmente, ¿quién mató a Federico García Lorca?

Inquietante.

1 comentario:

Yhadax dijo...

Todos estamos matándole día a día, a él y a todo lo que representa, la palabra, el verso, la obra, el ideal. Todo está muriendo hoy y todos somos culpables de ello.