He vuelto.

jueves, junio 05, 2008

Café tocado


La primera luz del día atravesaba la sencilla cortina de lino blanco que colgaba en la ventana de su tercer piso, saturando la habitación de, según ella, una tenue y fantasmagórica iluminación. Ni siquiera eran las siete de la mañana y ya estaba recostada junto a su café expresso, bailando su mirada con el fino humo que brotaba de la superficie del amargo elixir. Muy de vez en cuando daba un sorbo, dejaba reposar la mágica sustancia sobre su lengua, la deslizaba hacia sus papilas gustativas para poder saborear el alma del arábigo amante.

A Ariadna le gustaba desayunar en la cama siempre que podía, acompañada por Franz, su austríaco amante, compañero y amigo durante los últimos seis años. Los aromas del desayuno de fin de semana y el sexo de unas pocas horas antes creaban una atmósfera sensual, pudiendo transportarse a las lejanas regiones del golfo Pérsico, el mar Rojo y las haimas esparcidas por los desiertos saudíes con sólo cerrar los ojos y abandonarse a ella. Antes podía estirar el brazo y acariciar el fuerte torso, algo peludo, de Franz; o contemplar su rostro alpino, de explorador decimonónico en las grutas de Petra. Le encantaban sus facciones marcadas, su rudo aspecto de montañés; era tan diferente a ella: delicada, pequeña y morena. Cuando se dio cuenta estaba buscándolo entre las sábanas, buscando ese cuerpo que ya no estaba ahí. Lo único que apareció fue una lágrima que a medida que se abría paso por su mejilla la obligaba a sumergirse en un infinito océano de tristeza. Esta lágrima, la primera de la mañana, se deslizó hasta precipitarse dentro de la taza, contaminando el exótico elemento, mutándolo en veneno emocional.

Fue ella quien rompió la relación, se había cansado de su rutina germánica, su mentalidad cuadriculada tan lejana a la energía que sus pequeños músculos necesitaban explotar. Su pene, generoso pero torpe y repetitivo en la actividad sexual, le aburría ya; le había dejado porque necesitaba sentir un orgasmo en condiciones y no tener que fingir más. Su vagina tomó posesión de su mente y la obligó a buscar fuera del hogar compartido aquello que en él no podía tener; no lo encontró pero tras su búsqueda decidió sacrificar a su rubio adlátere: tal era su apetito sexual tanto tiempo reprimido. Esa mañana se arrepintió, como todas las mañanas, pero la de domingo... la de domingo era especial, era la de tomar el café, o zumo, o tostadas, o té (el qué era lo de menos) al lado de su amante. Sorbió un poco del contenido del pequeño recipiente de cristal, buscando en su sabor un escape, un alivio; no lo consiguió.

Se acabó el café de un trago y se levantó. Estaba desnuda, había estado masturbándose antes del desayuno, esperando encontrar en la estimulación artificial del clítoris una "petite mort" que la animara. Consiguió correrse, pero no fue suficiente para hacer que se sintiera bien, lo único que había logrado era empapar las sábanas con sus flujos.

-¡Ya está bien de llorar! -gritó. Sacudió la cabeza y decidió que no podía perder más tiempo de aquella mañana preciosa. Encerró su melancolía bajo llave y abrió la puerta de su habitación con la intención de pensar a quién llamaría después de ducharse para follárselo.

(* Imagen robada de: http://www.exitopersonal.org/articulo-uncafe.htm)

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No continua?
A qui se tira?

vull meeeeeeeeeeeeeeeees


Mery

Mery dijo...

Ara si, en identitat i tot!

Molt be, o com diuen al cole, progresa adecuadamente

De res ;)

vaklam dijo...

massa llarg
si no te dibuisos no llig

vicente dijo...

roñós!