He vuelto.

miércoles, julio 29, 2009

La llegada

La contemplé como si fuera la última cosa que fuera a ver en esta vida. Venía directa hacia mí como el proyectil que atravesó la cabeza del presidente Kennedy, con su largo cabello moreno ondulado cayendo sobre sus hombros y extendiendo el movimiento de sus caderas; su semblante decidido se clavaba en mis retinas y no corría porque, tal y como me dijo una vez, su madre le enseñó de pequeña que eso de correr es para desesperadas o ansiosas y "una señorita nunca, nunca, ha de correr salvo para salvar su vida". El aeropuerto estaba a rebosar. No sé desde dónde me había visto o cuánto tiempo acercándose, tenía muy buena vista, incluso se jactaba de que podía alcanzar a ver la pequeña estrella junto a la Osa Menor que los árabes usaban para probar la valía de sus vigías, pero cuando fui consciente de su aparición aparentemente medía un palmo. La reconocí con facilidad aun a pesar de los años transcurridos desde la última vez que la vi, su forma de caminar era única (como para no reconocerla) y gracias a que la conocía sabía que estaba ansiosa por verme, controlando como podía sus impulsos ya que lo suyo siempre había sido la sutileza, los movimientos microscópicos cargados de miles de significados yuxtapuestos, y no clavar los tacones en el suelo con celeridad. Decidí apoyarme contra la pared y dejar caer la maleta junto a mi tobillo derecho.
-No esperaba verte tan pronto, ¿cómo sabías que llegaba ahora?
-Me lo chivó Juan. ¿Sabes? Yo también me alegro de verte.
Ya no era la hippie que conocí tiempo atrás, su ropa había mutado a de mayor calidad sin caer en la excentricidad del nuevo rico tan de moda últimamente, le favorecía. Pero si aparentemente había progresado económica o socialmente su rostro estaba, aun a pesar del maquillaje, cicatrizado por el cansancio y una edad superior a la que revelaba su DNI. Sus ojos verdes se habían vuelto profundos, oscuros, tan inquietantes que no me quedó más remedio que preocuparme.
-¿Qué tal tu vida? ¿Qué has estado haciendo estos años? -me preguntó.
Le hice un pequeño resumen de las ciudades donde había estado mientras íbamos a la cafetería del aeropuerto, necesitaba urgentemente un café para combatir el jet-lag. Ella pidió una horchata y por un momento me arrepentí de mi comanda. "Nota mental: horchata", me dije.
-Le dije que sí.
-Lo sé. Jamás pensé que te acabarías casando, y más con él.
-¿De qué te sorprendes? Te fuiste, ¿recuerdas?
-Habrás cambiado de vida, pero veo que sigues siendo tan directa como siempre.
No me sorprendí porque se hubiera casado, era algo perfectamente factible, lo que provocó la sorpresa no fue el matrimonio, sino las emociones que dejaba entrever tras la supuesta mueca de alegría. Le pregunté por qué se casó si no era feliz con él.
-Porque desapareciste, imbécil.
-¿No era lo que querías?
-Ya, pero entonces no te soportaba, siempre has sido tan... raro.
-Yo también te quiero -la interrumpí.
Me contestó con una media sonrisa y una mirada intensa, mezcla de irritación y alegría.
-Ves, a eso me refiero. No sé cómo lo haces, pero parece como si pudieras manipular mi cabeza a voluntad, cambiar mis emociones, y no podía con eso, me sentía desnuda, desprotegida contigo cerca. Ah, y no, no era lo que quería, aunque te lo dijera. Fuiste tú quien me dejaste, ¿recuerdas?
-También recuerdo que me mentiste.
-Aquello fue una tontería, ¿me lo vas a estar recordando toda la vida?
-Quedamos en ser sinceros, yo lo fui contigo y te lo conté todo, en cambio tú...
-No volvamos a repetir nuestra última conversación. ¿Dónde vas a dormir?
Agradecí el cambio de tema, ella también.
-No lo sé, había pensado en mirar alguna pensión mientras busco una habitación.
-No seas idiota. Vente a mi casa, tengo un cuarto libre.
-No creo que deba. ¿Y tu marido?
-Yo me encargo. Le diré que vas a quedarte un par de noches mientras buscas algo. Además, así estarás tú para protegerme.
No la entendí, y aunque no me entusiasmaba la idea acepté.
-Pero solo un par de noches, no quiero ni okupas ni parásitos en mi casa, ¿vale?
Sonreí.

lunes, julio 20, 2009

Señor Hormiga

(Cerebro de Hans) Una veces las puertas se cierran en silencio, casi sin que ella misma se dé cuenta de que ha dejado de unir habitaciones para pasar a separarlas. Otras, simplemente, chocan contra el marco tan violentamente que acaba derrumbándose el propio marco, la pared, la casa y si la fuerza inicial es suficientemente fuerte, tirando la ciudad entera. Como cuando el graciosete del hermano mayor sopla el castillo de naipes que tanto esfuerzo le ha costado hacer al niño de cuatro años. Joder, cuando te das cuenta estás rodeado de cascotes, cubierto de polvo y pedazos de ladrillo; todo lo has perdido y en las manos tienes cortes, también en los brazos, por protegerte del derrumbe.

Al menos los huesos siguen enteros y en su sitio.

------------------------------------------------------------------

Hans tuvo que esperar a que se disipara la cortina de escombros pulverizados para comprobar que solo su casa había sido la afectada. Vecinos y curiosos se aproximaron, preguntándole si estaba bien, pero Hans no sabía qué responder. Estaba aturdido. Recuperó el sentido justo en medio de una pregunta:
-...en la casa?
Hans miró a su derecha, hacia el origen de la voz. Era un policía.
-¿Eh? -contestó.
-Si había alguien más en la casa.
-Entonces no ha sido un desvarío -dijo para sus adentros- se ha cerrado la puerta.
-¿Perdone? No le he entendido -replicó el policía, intentando entender algo de lo que escuchaba-. Por favor, conteste: ¿había alguien más en la casa?
-Ah, no.
-¿Qué ha sucedido?
-No -titubeó-, no lo sé.
-¿Qué estaba...
Su cerebro no pudo más. Se desmayó. Al despertar vio que le habían llevado al hospital general. Se sorprendió al ver una hilera de puntos negros que trepaban por la pared, por el techo, hasta una máquina que emitía pitidos constantes a la velocidad de su corazón. Hormigas. Centenares, miles de hormigas. La siguió en dirección contraria a su avance, hacia la puerta, y se topó con un hombre mayor, caucásico, escondido tras unas gafas de sol. Vestía de médico, pero su aspecto recordaba más a los mafiosos de las películas de los setenta u ochenta. En su mano sostenía una jarra con agua.
-Parece que has tenido suerte, Hans.
-¿Quién es usted? -dijo mientras se incorporaba. El cerebro de Hans zumbaba y se quejaba con cada movimiento, por muy suave que fuera. Tuvo que apretar los dientes para contener el dolor de su cabeza.
-Soy el señor Hormiga, y vengo a hacerle entrega de su premio -Hans lo miró, estupefacto. No supo qué contestar-. Venga, acérquese, le enseñaré su premio.
Hans, como pudo, se aproximó al hombre tambaleándose, mareado y aturdido.
-Vea, vea cómo inundo el hormiguero.
-¿Y? ¿Ése es mi premio?
-¡Sí! -exclamó el señor Hormiga- ¡Felicidades!
-No entiendo nada.
-Mejor aún, así podrá disfrutar mientras lo analiza y descifra. Ahora, por favor, acuérdese de evitar corrientes de aire. ¡Buenos días!

------------------------------------------------------------------

Hans se despertó, mirando la sección de anuncios por palabras del periódico sobre la que se había dormido.
-Creo que ya va siendo hora de cerrar la ventana.

domingo, julio 19, 2009

Has tenido suerte

¿Y ahora qué hago contigo? ¿Tú qué comes? ¿Qué bebes? Morena de ojos verdes, ¿cómo has llegado hasta esta situación? ¿Quién te ha hecho llorar? Ni te imaginas la suerte que has tenido, los tuyos a estas horas ya deben estar muertos. No llores, shhh, no llores, no la busques porque Ella no vendrá, y Él está lejos, no te atacará. ¡Pero no me arañes! Maldita gata, con apenas un palmo y ya con garras como bisturís.

miércoles, julio 01, 2009

La primera

No sabía lo que quería, tampoco quería lo que sabía ---se dijo mientras miraba el pequeño espejo con restos de cocaína situado sobre la mesilla de noche, más allá del cuerpo que dormía bocaabajo caprichosamente cubierto por una sábana---. Solo cuando despertaba y antes de la primera dosis la voz de su consciencia, muy similar a la de su padre, le recordaba el caos en el que se había convertido su vida. Tenía que acallarla. No dudó en aplastar con sus manos a la mujer dormida ---como se entere su novio me mata, pensó--- que respondió con un grito.

-¿Qué quieres, gilipollas?