He vuelto.

sábado, marzo 27, 2010

Arrivederci! ah no, que allá hablan valenciano (mal pronunciado)

Nos vemos en Barcelona

no sé cuando volveré a escribir por aquí, las mudanzas no son cosa fácil y hay que encontrar quien te estafe menos en la conexión de internet, eso en este país es jodidillo.

fins després!

lunes, marzo 22, 2010

dep kurt

Descanse En Paz
Kurt
2009 - 2010

ya te echo de menos

espero que hayas sido feliz
en estos ocho meses

buen viaje, amigo


martes, marzo 16, 2010

Fantasma

(¡ya escribiré sobre los conciertos!)

Mentiría si dijera que me lo esperaba. Si por un solo instante esa idea se hubiera afincado en mi cabeza. No, aquello fue como un puñetazo en toda la boca, arrancándome de un solo golpe la extraña idealización en la que el tiempo había convertido mi infancia. No lo reconocí: estaba sobre el escenario, aporreando una mala guitarra de propiedad ajena con más alcohol en mi cuerpo del que debería y con un incipiente cabreo porque la organización nos estaba diciendo que quitáramos canciones porque no entrábamos dentro del tiempo. El escenario situado junto a la pared del fondo del centro social okupado dominaba la estancia y subido a él podía ver la gente que nos miraba, los pocos que bailaban. Era como mirar el pálido reflejo de un pasado mejor. Salvo unos pocos amigos que habían venido a vernos expresamente la mayoría del resto eran fantasmas. Y entonces se me acercó uno de ellos.
Me dijo algo pero entre el ruido, la borrachera, los nervios y que su boca estaba al mismo nivel que mis pies no logré entenderlo. El tío me sonreía, creo que me preguntó por el nombre del grupo, pero no estoy seguro. Maldita sea, quizá eso fue otro de los que se me acercaron. Me incorporé porque a las canciones no les gusta esperar, y vi cómo se alejó. Me fijé en él: clásico chándal de yonqui azul de esos que encierran la cabeza tras una capucha, pómulos marcados, ojos hundidos, piel clara, ojos marrones, alto.
Había visto esa cara antes. Muchas veces.
Me quedé helado. Seguimos tocando, pero ya no era lo mismo. Lo miraba, y me sonrió cuando se dio cuenta de que lo había reconocido. Había perdido las ganas de continuar, tan solo quería hablar con él, saber qué le había pasado para acabar así -aunque su aspecto hablaba por sí solo-, tan destruido. La última vez que le vi fue en una manifestación en contra de una guerra ilegal, pero estaba demasiado lejos y no pude alcanzarle. La otra fue durante 4º de la ESO, en el colegio. Ahora tengo veinticinco años.
Dos canciones después se me acercó. Nos saludamos correctamente. Una chispa de emoción encendió sus ojos muertos, seguramente la primera en mucho tiempo. Le miré y supe que gracias a que me vio había retrocedido todos esos años hasta el momento en el que hablamos por última vez. En clase se sentaba a mi lado, al final de nuestras respectivas filas (éramos unos cuarenta, hacinados como jubilados en la caja de ahorros el día de paga de la pensión) y hablamos mucho. Realmente él hablaba y yo escuchaba, demasiado sumergido en mis esfuerzos por seguir las clases impartidas por unos profesores incompetentes y de letra jeroglífica. Los baquetazos de Javi me devolvieron a la realidad: estaba en medio de un concierto.
Acabó el concierto, y empezamos a llevar el equipo a la furgoneta. Fuera hacía frío. Llevé lo más rápido posible el pesado amplificador al vehículo. Lo dejé y me giré, quedándome a hablar sobre lo mal que me habían salido muchas de las canciones y lo vi caminando a lo lejos, en dirección a la nave. Grité su nombre. Se giró. Caminé en su dirección, haciendo él lo mismo. Lo miré a los ojos: no había duda, era él. Misma voz, mismos rasgos, misma altura (siempre fue alto, altísimo, metro noventa tranquilamente). Mismos ojos, pero muertos. Enterrados. Nos abrazamos. Era todo hueso debajo de las capas de ropa.
Me dijo que supo que no le había reconocido, algo normal después de tanto tiempo y por lo demacrado que estaba. No contesté. Tenía razón, estaba demacrado: un fantasma del ayer. De lo que fue. Sonreía, sorprendido por haberme visto. Lo último que se imaginaba, dijo, fue que me vería tocando la guitarra en un grupo de punk-hardcore. Cuando me preguntó cómo había llegado ahí le dije lo que le digo a todo el mundo: que sinceramente no lo sabía. Que llevaba dos años en el grupo tocando la guitarra y que poco a poco iba aprendiendo. Me dijo que me vio muy suelto y que le gustaron las canciones. Sonrió. Sus ojos hundidos tras los pómulos me impresionaban. Tenía veinticinco años y aparentaba millones. Me acordé de Yonqui, el libro de William Burroughs, y sentí asco por haber sentido curiosidad por las drogas. Luego recordé lo que había escrito el americano, su forma aséptica y casi científica de definir la adicción, y sentí una pena infinita por el que fue durante años mi colega y amigo. La heroína como forma de vida. Nada más -ni siquiera deseo sexual-. Me lo imaginé pinchándose la vena, y cómo aguijonazo tras aguijonazo iba asesinándose un poco más. Lo tenía todo: era listo, con chispa, siempre hablando de ideales, de revolución; y encima se llevaba a las niñas de calle: era mi opuesto. Lo admiraba. Y ahora estaba muerto.
Le pregunté si estaba metido en el centro social okupado, y me dijo que no, antes sí, pero que ahora estaba viviendo en la Serratella de la recogida de naranja en una casa que le habían dejado y que no sabía cuánto tiempo podría seguir viviendo allá. Eso no está lejos de aquí, y hace cosa de un par de años decidí explorar la zona con unos amigos. En una zona hay unas cuantas viejas alquerías abandonadas, con las paredes llenas de pintadas en idiomas extraños y escombros limpios. Quizá le habían dejado una de ésas. Eso es lo que te da la droga, pensé. Lo único. Nada.
Me pidió que le avisara para el próximo concierto que diéramos. Tengo su número de teléfono. Le llamaré cuando toquemos, si volvemos a tocar por aquí. Así podré volver a ver el fantasma de lo que queda de mi amigo.

domingo, marzo 14, 2010

tres horas

cuando duermes tres horas
en cincuenta
las palabras se convierten en herraduras
y las herraduras en nudos
y no sé qué es peor

alguien le cantó a la magdalena festa plena
¿por qué ayer fue diferente a hoy?

no lo sé

no lo puedo saber (sí quiero, sin embargo)

quiero pensar que es el sueño el que me hace tener
los ojos cerrados.
no es eso, ¿a quién quiero engañar?
nada tiene que ver ella, o que siempre
que la veía apareciera acompañada
por alguien.

pero me cuesta tanto tener los ojos abiertos
como si dios no quisiera
su contacto

la vida es cruel

como todo

viernes, marzo 12, 2010

ella pasó por mi barrio

ella pasó por mi barrio
y se acordó de mí
se acercó a la puerta
llamó
esperó
se impacientó
y tan solo
obtuvo silencio
como respuesta

no estaba

esa noche la dormí
en el calabozo
porque también
me acordé de ella
pero
en vez de acercarme
a su puerta
me amorré a una botella

martes, marzo 09, 2010

Robespierre quiere cortarme la cabeza

Robespierre quiere cortarme la cabeza. yo no.
Silencio.
Las voces que llegan del bosque son tétricas, oscuras

Siempre la traté bien.
¿Qué pretendía cuando empezó a bailar así?

Estoy escuchando funk
pero los documentales ya acabaron.

La artificialidad es tan natural como los hormigueros

y me la comía a besos. tendrá que imaginárselos

ríe nerviosa cuando digo obscenidades,
(con clase, por favor, no se piense usted que yo...)
pero no me paso
no se lo esperaba
está vedada.

get back, get back

Robespierre no quiere cortarme la cabeza
porque está muerto.
yo sí, pero no me la puedo arrancar
me da tanto miedo el dolor
y no tengo ni idea de cómo lo puedo hacer
¿a estirones?
¿a empujones?

mientras, una negra dice no-sé-qué de pecados
¿qué pecados? he perdido el significado de tantas palabras

hoy se han olvidado de quitarle sol al sol

jueves, marzo 04, 2010

zorra

quiero meter mi mano bajo tu falda
empujarte
y llamarte puta
porque lo eres
porque te gusta

quiero meterte los dedos hasta el fondo
y sientas el amor
qué es para mí
qué es para ti
qué es si no
qué es

amarte con dolor
ver mis dedos marcados en
tu culo

zorra

follarte, que es para lo único que vales
no escuchas, no hablas
-no dices nada importante
aunque de tu boca no paran
de escaparse palabras
sin sentido-
no eres nada más
que un coño caliente
que espera su ración de polla
pero que no te mereces

¿qué tienes que ofrecer?

y aun así me miras
con ojos llorosos por el deseo
mis dedos están calados
y tú
¡tú!
tú eres mi perra esta noche
aunque estés vacía
y no me importe

zorra

miércoles, marzo 03, 2010

Georgia on my mind



Siempre me he preguntado qué extraño giro de guión de tantas películas españolas me han escondido para hace que el futuro suicida acabe con el cañón de una pistola en la boca mientras disfruta de sus postreros pensamientos como ser vivo. Ahora que yo tengo una entre mis dientes me doy cuenta que eso ha de ser lo último que tiene que pasar por la cabeza de alguien que quiere quitarse la vida. El cañón está frío y el punto de mira se me clava en el paladar, justo detrás de los incisivos. Es muy incómodo tener una Beretta 92 en la boca, pero la decisión ya está tomada.
Estoy de pie en el salón de mi bonita casa, o más bien la casa del banco ya que aún no he conseguido acabar de pagarla, mientras la voz de Ray Charles lo envuelve todo: está llorándole a su querida Georgia. Quizá no es la canción que habría elegido otro, pero a mí me transmite la suficiente tranquilidad como para apretar el gatillo. Me sorprende el peso de la pistola. No me tiembla el pulso -gracias Ray- sin embargo los 950 gramos de la semiautomática italiana hacen que se parezca tan poco a mis ideas preconcebidas basadas en esas armas que con tanta ligereza llevan los actores en sus películas y series y que disparan corriendo, con el corazón a mil y consiguen reventar la cabeza del malo, o bueno, de turno. Yo no podría, pero claro, soy una persona normal.
Miro de reojo la nota de despedida que he dejado, si me esfuerzo puedo hasta entender mi letra: Amada María: lo siento mucho pero... y en el resto de líneas explico por qué lo voy a hacer. No creo que me entiendan, es más, nadie lo hará ya que se supone que tengo una vida plena como padre de familia, trabajador, con mi casa, mi coche y tantos proyectos en mente. Ni yo lo acabo de entender si he de serme sincero. En el texto le digo que no es por ella, ni por nadie, simplemente he perdido las ganas de vivir. Que la quiero mucho, y que espero que algún día me perdonen tanto ella como Sandra, mi pequeña Sandra. Las echaré tanto de menos.
Tampoco es que crea que hay otra vida y que voy corriendo a abrazarla. No, no soy un imbécil de esos que creen que existe un Paraíso, un Purgatorio o un Infierno; aunque el mismísimo Dante Alighieri se me aparaciera ahora mismo para gritármelo e intentar sacarme la Beretta de mi boca. Eso sería mentirme, y realmente me da igual qué es lo que me pasará después del acto. Mancharé la pared con mi sangre y mis sesos, que seguramente harán un gran círculo viscoso en alguno de los cuadros que tengo detrás. Mi cabeza saldrá disparada hacia atrás, latigueará y con suerte se me reventará alguna vértebra por la potencia del impacto y rebotará toda la energía; y caeré al suelo poco después de que lo haga el casquillo vacío.
Hoy es mi cumpleaños. Cuarenta años, ni uno más ni uno menos, y me voy a hacer el mayor regalo que uno puede hacerse a sí mismo: voy a ponerle fin a mi vida. Solo he hecho que retrasar este momento desde hace veinte, y si esperara veinte más lo único que haría sería aumentar ese impasse hasta otro posible fin, percutado, ahorcado o cortado. Tengo la sensación de que todo lo que he hecho ha sido ver pasar días, meses y años, y caras vacías, y vidas vacías, y la mía se ha convertido en una de ellas. Ahora le encuentro un pequeño sentido: morir. Es lo único que hay, absoluto, incontestable: nacemos para morir, y qué mayor poder puede tener una persona que decidir el cómo, cuándo y por qué de esta necesidad. Pienso en las alegrías y las tristezas, las caras, las voces, los polvos, las mujeres, las drogas, la diversión; y lo veo todo falso, insulso. Llevo ya veinte años muerto, de eso estoy seguro, y de los veinte primeros no quiero ni recordarlos, no sea que me dé cuenta de cómo desde que nací fui enterrado vivo por mí mismo, con la ayuda de aquellos a quien llamé familia, amigos, novias. Mucho llevo ya intentando verle un sentido a todo esto, y es ahora cuando lo he encontrado: no tiene, la muerte.
Intento vocalizar las esas palabras, la y muerte, lo único que me sale es un sonido extraño y gutural más similar a ahueque. Sonrío. Esa será mi última palabra: ahueque. Eso es lo que voy a hacer, ahuecar para los demás, retirarme del servicio. Lo apuntaría en la nota, pero nadie lo entendería. Ese pensamiento también me hace sonreír. Y qué mejor que morir con una sonrisa en la boca, en torno al cañón. Al final hasta haré que ésto sea divertido, yo que me esperaba cagarme de miedo. ¡Mira papá, ya soy mayor; me voy a reventar la sesera y lo voy a hacer lo mejor posible! Joder, todo parece ahora tan lejano, tan gris; lo que antes me hacía vibrar ahora lo veo como una soberana gilipollez. Me enterré vivo y cavé hacia abajo, ahora miro atrás y por la tierra se filtra algo de luz, ¿o es alguna central nuclear explotando? ¿La supernova de mi cordura? Pongo el dedo sobre el gatillo. El arma está preparada, empiezo a aplicar presión con el dedo índice de mi mano derecha mientras vuelan los últimos acordes de la canción. No peace, no peace I find just this old, sweet song keeps Georgia on my mind. I said just an old sweet song, keeps Georgia on my mind.

Bang.