He vuelto.

lunes, enero 30, 2012

cristos de plástico

He robado cristos de plástico
para decorar mis paredes,
tengo dos en el alféizar,
les sonríen a la muerte,
con los dientes cubiertos
por su sangre polímera
refinada y coagulada.
¡Amén!

Tengo miles de cadáveres a mis pies
y todos llevan mi cara,
amén.
Amén de cristos,
son famélicos,
torturados y con mordiscos de ratas
donde una vez estuvo
su Sagrado Corazón.

Empalé al más preciado
con un cristal de la ventana rota,
quemé con gasolina a muchos más,
y ahogué con mis propias manos
al que me enseñó qué significa el amor.
A otro lo puse sobre un caballo desollado,
¡el paladín de las huestes del Fin del Mundo!
mis ratas queridas, es la hora de la cena:
venid a mí y juguemos
a la hambruna, 
necesito huesos relucientes
para albergar más carne podrida de Dios.

martes, enero 24, 2012

Leteo

Desconchada sangre
silueta del beso de la noche,
ultima mi voz,
porque los clavos no me hacen gritar.
Los huesos,
¡amo los huesos!
mi respiración es profunda
en la ceniza de los huesos olvidados,
Leteo.
Rasca yeso, mutada flor,
la radiactividad de cieno y ciento,
Nunca esperes lo esperado.

domingo, enero 15, 2012

cinco duplas

Una cerveza y mi silencio:
enemigos íntimos.

Mis fantasmas me sonríen
con las botas sobre la cama.

Ya no quedan mujeres como las de antes.
Ni hombres tampoco, tampoco.

El ahorcado brilla más que
la bombilla de bajo consumo de mi cuarto.

-¿Lo matamos, señor?
-No tengáis prisa, ahorrad las balas.

miércoles, enero 11, 2012

Señor, permíteme...

Señor,

Permíteme estar cansado, cansado de recibir golpe tras golpe, cansado de la mala suerte y los errores propios y ajenos. Permíteme dudar de ti, de tu reino, de tus palabras vacías y de tus esperanzas vanas de cuellos doblados y servidumbre ad-eternum.

Permíteme dudar de ti como dudo de mí y de mi capacidad, permíteme no dudar de tu duda e incapacidad para proveer los dones y la justicia y la bondad y el amor que dices que provees y que no existe más que en la retórica de las serpientes arremolinadas a tu sombra esperando medrar a mi costa.

Permíteme estar tumbado en la cama de espinas que son cada una de las costillas rotas por tus coces inesperadas y velos de acero británico. Languidezco en tu círculo vicioso, vicioso, vicioso. Enfermo, enfermo. No me sonríes, permíteme que no te sonría ni te dé la patita a cambio de un premio en forma de alcohol, mujer desquiciada o miserable trabajo donde me apago sin contemplaciones mentira a mentira.

Permíteme odiarte, como me odio, como me odias.

Permíteme mirar mal a quien me agreda, seguirle y quemar su casa tras violar a su esposa e hijas. Nadie me ha enseñado qué es la piedad, la supe desde que nací, sin embargo tus acciones me han echo olvidarla. Si valgo cuatro veces lo que gano, permíteme devolver cuatro veces el dolor que sufro con tus caprichos y tus historias de las que no quise ser protagonista.

Permíteme ver la muerte cara a cara, sin romanticismos, sin maquillajes ni falsos trucos de feria. Los muertos, los vivos, los que se mueven y los que están bajo tierra. Los que se aferran a mí, los que beben mi aliento, los que medran, los que cuelgan. Mirarlos por lo que son: esqueletos cubiertos por carne putrefacta y harapos, incapaces de dar un paso sin mi fuerza. Permíteme verte a ti entre ellos, también alimentándote de mí, porque vives de mi recuerdo y pensamiento.

Permíteme ocupar tu trono en la creación. Si yo, herido y cansado, soy tu máxima y mejor obra, entonces no mereces el cargo. Deja el paso a tu hijo pródigo. Al menos soy sincero.

Atentamente,
V.

lunes, enero 09, 2012

Incertidumbre

La incertidumbre genera certidumbre, y viceversa.

viernes, enero 06, 2012

El sicario

Cuando aquel sicario incrustó el cañón de su cuarenta y cinco en mi cráneo a través de la oquedad que la naturaleza, sabiamente, decidió llenar con un globo ocular y un párpado, no pude evitar reír. Era un tío enorme, de tamaño sobrehumano y deforme como si lo hubiera dibujado un capricho interdimensional Lovecraftiano ebrio de creatividad. Me preguntó de qué cojones me reía, me llamó quillo, y me hundió más su arma hasta lograr que me cayera de espaldas. Recuperar la sensación de existencia de mi ojo, no de un infinito quejío ocular, fue agradable, no lo niego, saber que iba a morir con ese gustito me hizo recuperar mi anterior sonrisa, a partir del semblante de susto que se me había puesto cuando casi vi mi cabeza partida contra alguna piedra, o peor aún, un estúpido esguince que me hiciera cagarme de dolor en mis últimos minutos de vida.
Le pregunté por qué quería descerrajarme un tiro. Me dijo que por él no era, que estaba trabajando. Que si fuera por su gusto como si me dedicaba a chupar pollas en la parte baja de la rambla. Con ese cacharro, le repliqué señalando con la mirada la cuarenta y cinco, es muy fácil, que es más divertido matarse uno mismo tecla a tecla. Tras llamarme hijo puta con su acento ilocalizable bajó un poco su semiautomática. El Sol, a sus espaldas, no me dejaba verle bien la cara, enmarcada por unas gafas de aviador y un pelo muy corto. Las lentes de espejo me miraron con una gravedad inquisitorial. Una vez fui como tú, también curré de picateclas, otro programador más, pero es una puta mierda y después de cargarme a mi jefe no me quedó más remedio que largarme de mi país y venirme aquí a liquidar a gilipollas como tú.
¿Cuál es mi pecado, padre? Le pregunté.
Me contestó diciéndome que mi pecado consistió en creer que la única diferencia entre mi jefe y yo era que ambos podíamos convivir en la misma oficina. Le pregunté si fue él quien le contrató y asintió. Quién cojones más iba a querer tu muerte. Volví a sonreír.
El Sol fue bajando lentamente, a medida que postergaba segundo a segundo mi postrer aliento. Yo a ti te conozco, le dije. Su cara empezaba a sonarme.
Tengo una cara muy común, me respondió, y no es raro que me confundan. Muchas veces han llegado a decir de mí que soy como un doble de mi cliente.Así es más fácil mi trabajo. Por eso no te diste cuenta que te estaba siguiendo, por eso no te diste cuenta que te he estado acompañando durante toda tu vida esperando este momento, me comentó. Básicamente, siguió, soy quien tú quieras que sea, a tus ojos, quillo.
Le escuchaba, era agradable tener una compañía tan interesante en mi ejecución-funeral-entierro-canonización. Y a medida que la luz lloraba por entre sus orejas, por entre las patillas de las gafas de aviador, lo vi: normal que me sonara. Era yo mismo. Era mi jefe. Era mi amante. Era todas las personas por las que pasé, unas a tientas, otras como el mismísimo Satán. Estallé en una carcajada. Dije adiós con un guiño. Disparó y mi cabeza se convirtió en un puzzle.
Caí al suelo hecho cadáver, inerte y seco, sin poder parar de reír. Le pregunté si de verdad pensaba acabar conmigo así, destruyendo mi cabeza.
¿Aun no lo has entendido? Replicó. Lo vi ajustar su traje negro y pasar a ser yo. Me giré, ya convertido en el sicario, y vi mi propio cadáver, en mi mano noté el metálico tacto del cuarenta y cinco, tan pesado como el propio centro del universo, satisfecho por un trabajo bien hecho. Pasé mirando un tiempo indeterminado el cuerpo, los sesos, los restos del cráneo entre las malas hierbas y el suspiro final de un Sol que también moría.
Cuando se hizo de noche puse la pistola entre el pantalón y mi lumbar. Después saqué un bloc de notas de mi americana, un bolígrafo y taché mi nombre de una lista de mis nombres infinita. Miré mi siguiente nombre, sonreí.
-Otro disfraz hecho añicos. A por otro más.

miércoles, enero 04, 2012

Días largos

¿Qué pasó? Joder, no lo sé ni yo mismo. Lo único que sé es que el reflejo del espejo se ha vuelto ateo, ateo del todo, ya no quedan dioses en la vida, ni siquiera el dios de la estampita de ocho cifras y una letra. No veo ni amigos ni enemigos, solo intereses egoístas, cosacos de la estepa, el romanticismo ha muerto, las canciones han perdido el sentido y solo son ritmo y engañabobos. Me esfuerzo en ponerle un punto de partida, un instante, un hecho que me enseñara que la vida es lo que es, que no hay nada más y que la misma ilusión, la misma magia no es más que un engaño.
Veo engaños en todas partes. Nos engañan. Te engañan. Te engañas. Me engaño. Incluso el mismo engaño es un engaño, no lo sé, no soy un filósofo y dejo esas cosas para quien quiera perder el tiempo en ellas. Prefiero extraviarlo en otros asuntos, como en dejarme llevar.
Ni siquiera alcanzo a ver las estrellas. Sé que se han marchado en esta Barcelona de sonrisa sensual y dientes afilados. Ni siquiera alcanzo a prestar atención a lo que me dicen, a aparentar el más mínimo interés que, si ya no lo prestaba antes, ahora me siento obligado a alejarme de las enaguas de las falsas posturas sociales que me encadenan a ellos, a mis no-amigos-no-enemigos. No los reconozco como seres vivos. Trabajan conmigo, y sé que debería aparentar que me interesan sus vidas, sin embargo cada día que pasa pierdo más las ganas de sonreír, de participar en sus conversaciones, en sus intereses.
La pérdida de la inocencia, sí, me he hecho mayor, me he hecho adulto y he dejado de creer hasta en el creer mismo. Solo me estimulan los cambios, la constante renovación y me provoca una extraña sensación el solo hecho de pensar en quedarme en un mismo sitio por más tiempo. No es miedo, es pavor o terror, ni alegría. Ni deseo. Ni interés. Interés que olvidé su significado.
Corazón que late en mi pecho, ahora eres un reloj.
Como el de la pareja que camina, acaramelada, por la calle. ¡¿No lo véis?! Al igual que la interrogación que se anida dentro de las exclamaciones ellos tan solo van por el puro interés, aun creyendo en la magia, en el amor, en que están unidos en su destino. Interés: banqueros emocionales. Fingen sin saber, como la pelota del trabajo o el caprichoso que colecciona aromas de tanga solo porque el cuerpo que una vez estuvo dentro tiene una forma determinada.
Vuelvo a mi reflejo en el espejo: mentiroso. Me lo digo, porque he mentido, y me he mentido a mí, primero creyéndome mi pose, después destruyéndola y haciéndome pasar por quien en verdad no soy para satisfacer algo que no puedo satisfacer. Las relaciones humanas pierden interés, el sonreír, el estar ahí, el escuchar y ser buena persona. Lo voy perdiendo como pierdo el mismo interés por vivir al saber que, al contrario de lo que creía Steve Jobs, no hay nada más. Naces, creces, te jodes y mueres. Gracias, Juan Abarca. El aportarse uno mismo a los demás pierde interés cuando saber que eso no significa nada. Porque caducará, será olvidado y todos morirán.
Quizá esto suene a confesión, me da igual, soy otro más de los que pasan su vida sin pena ni gloria, intentando hacer algo hasta dar con el mismo silencio de la muerte. O hasta que la muerte se aburre de uno y lo deja tirado.
Simples pajas mentales. Cada día es más largo que el anterior.