He vuelto.

miércoles, enero 11, 2012

Señor, permíteme...

Señor,

Permíteme estar cansado, cansado de recibir golpe tras golpe, cansado de la mala suerte y los errores propios y ajenos. Permíteme dudar de ti, de tu reino, de tus palabras vacías y de tus esperanzas vanas de cuellos doblados y servidumbre ad-eternum.

Permíteme dudar de ti como dudo de mí y de mi capacidad, permíteme no dudar de tu duda e incapacidad para proveer los dones y la justicia y la bondad y el amor que dices que provees y que no existe más que en la retórica de las serpientes arremolinadas a tu sombra esperando medrar a mi costa.

Permíteme estar tumbado en la cama de espinas que son cada una de las costillas rotas por tus coces inesperadas y velos de acero británico. Languidezco en tu círculo vicioso, vicioso, vicioso. Enfermo, enfermo. No me sonríes, permíteme que no te sonría ni te dé la patita a cambio de un premio en forma de alcohol, mujer desquiciada o miserable trabajo donde me apago sin contemplaciones mentira a mentira.

Permíteme odiarte, como me odio, como me odias.

Permíteme mirar mal a quien me agreda, seguirle y quemar su casa tras violar a su esposa e hijas. Nadie me ha enseñado qué es la piedad, la supe desde que nací, sin embargo tus acciones me han echo olvidarla. Si valgo cuatro veces lo que gano, permíteme devolver cuatro veces el dolor que sufro con tus caprichos y tus historias de las que no quise ser protagonista.

Permíteme ver la muerte cara a cara, sin romanticismos, sin maquillajes ni falsos trucos de feria. Los muertos, los vivos, los que se mueven y los que están bajo tierra. Los que se aferran a mí, los que beben mi aliento, los que medran, los que cuelgan. Mirarlos por lo que son: esqueletos cubiertos por carne putrefacta y harapos, incapaces de dar un paso sin mi fuerza. Permíteme verte a ti entre ellos, también alimentándote de mí, porque vives de mi recuerdo y pensamiento.

Permíteme ocupar tu trono en la creación. Si yo, herido y cansado, soy tu máxima y mejor obra, entonces no mereces el cargo. Deja el paso a tu hijo pródigo. Al menos soy sincero.

Atentamente,
V.

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