He vuelto.

martes, junio 03, 2008

En torno a una vieja mesa de roble

Estaban todos ellos sentados en torno a la gran mesa de roble, sonrientes. Los rostros velados por el humo del tabaco se observaban con detenimiento. No era la primera vez que se veían en una circunstancia similar, ni sería la última. Eran cinco, todos de aspecto similar: blancos, altos, fuertes y avariciosos. Sobre todo avariciosos. Si estaban sentados en torno a esta pervertida artúrica tabla era por culpa de su única pasión. Más allá de esa estancia se extendía su poder como infinitos tentáculos sombríos hasta todos y cada uno de de los corazones de bien, tal era su poder.

El mundo vivía a sus pies. Pero algo ocurría, sabían que las cosas no podían seguir así mucho tiempo, en cualquier momento surgiría alguien que levantaría la cabeza y diría aquello de "¡ya está bien de vivir bajo su dictadura!" o "¡Queremos pan!" o "¡Queremos libertad!" llevando la mentira en su corazón y esperando cortar la más imponente cabeza de la hidra para que sea la suya la que lleve la voz cantante. Eran inteligentes, sabían que iba a ocurrir un fenómeno similar tarde o temprano: es más, ellos mismos lo hicieron antes. Recuerdan las revoluciones financiadas, los golpes de estado dirigidos desde la sombra, los hombres de paja.

"¿Qué hacer?" Propuso uno de ellos. Era el más viejo de todos, el más peligroso y el que acumulaba tras él la mayor fortuna. Era su cuello el más deseado. Él ya tenía la respuesta, pero quería ver si había enseñado bien a sus viejos alumnos sus teorías. "Destruyámoslos antes de que nos ataquen" Contestó uno de ellos. "No, esa solución sería temporal. Después aparecerían otros, nos envidian y desean destruirnos." Contestó el hierofante, cerrando su réplica con una larga y profunda calada. Sus pulmones se hincharon y su efigie mostró su naturaleza afilada una vez más. "Droguémosles, démosles pan y circo como hicieron los romanos." dijo otra voz de timbre desagradablemente castigado por el alcohol. "Amigos, necesitamos ver más allá, los estupefacientes tanto químicos como psicológicos son herramientas, no fines."

"Hagamos que se destruyan entre ellos." Se escuchó decir a la tercera voz. Alguien lanzó un murmullo de aprobación. Otro asintió. Esa idea había gustado a los neófitos, pero no al maestro de ceremonias. "¿Y luego? lo mismo, aparecerán otros". Sonrió. El quinto hombre, el que no había dado muestras de vida decidió hablar. "Dejemos que sus protestas salgan a la luz, apoyémoslas y dirijámoslas contra nuestros títeres. Creemos doctrinas que esclavicen sus ideales y convirtámoslos en el contrapeso de nuestro poder. Indiquémosles dónde y cuando golpear, así estaremos preparados, podremos soportar sus débiles agresiones y lograremos que no sospechen nada."

Y el viejo sonrió, satisfecho.

2 comentarios:

Tam Barranqueras Alcalá dijo...

Tot arribarà. És que aquesta cançó l'havia de posar abans, perquè si no ja la posava, ejejjejjeje.

Salutacions

vicente dijo...

Mande?

Ah...