He robado cristos de plástico
para decorar mis paredes,
tengo dos en el alféizar,
les sonríen a la muerte,
con los dientes cubiertos
por su sangre polímera
refinada y coagulada.
¡Amén!
Tengo miles de cadáveres a mis pies
y todos llevan mi cara,
amén.
Amén de cristos,
son famélicos,
torturados y con mordiscos de ratas
donde una vez estuvo
su Sagrado Corazón.
Empalé al más preciado
con un cristal de la ventana rota,
quemé con gasolina a muchos más,
y ahogué con mis propias manos
al que me enseñó qué significa el amor.
A otro lo puse sobre un caballo desollado,
¡el paladín de las huestes del Fin del Mundo!
mis ratas queridas, es la hora de la cena:
venid a mí y juguemos
a la hambruna,
necesito huesos relucientes
para albergar más carne podrida de Dios.
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