Unas velas de tenue intensidad
se consumen entre cortinas translúcidas
e imposibles esculturas de humo.
Sé que estás ahí, te escucho:
tu voz baila con el piano
que llega a través de la puerta entreabierta.
Ven, no necesito contemplar
tu anatómica sensualidad;
sin embargo lo prefiero.
Solo tú eres color (hoy, ¿mañana?)
en el gris medianoche
de esta sórdida habitación alquilada.
¡Espera!
No te quites la blusa,
no todavía, déjame ver tus pechos
luchando por esconderse
tras tu largo cabello azabache,
tras la fina tela.
Tras tus pezones enhiestos.
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