La primera vez que te vi
me sorprendí
por la intensidad de tus ojos verdes,
lástima que después
de unas pocas horas acabaras
vomitando
a mi diestra.
La segunda vez fue extraña,
más que la primera;
pasaste de un cálido abrazo
a desaparecer sin dejar rastro
(secuestrada por
neardenthales
que solo pensaban en levantarte la falda)
La tercera fue cuando menos lo imaginaba:
en mis sueños,
y no como cabía esperar (desnuda sobre mí),
si no huyendo delante de un montón
de orangutanes disfrazados de monjas.
Espero que la cuarta
sea un poco más normal,
sin intoxicaciones ni imbéciles
que me impidan conocerte un poco más.
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