Estoy sentado sobre el minutero,
en el infinito camino,
cuando miro más allá
siempre veo lo mismo:
unos ganan, muchos pierden;
todo vuelve a empezar.
Todo menos el óxido
de las agujas,
que se acumula
como herrumbre que es,
rompiéndolo todo.
Liberándolo.
Creando algo nuevo,
desde la sagrada
anarquía
de la destrucción.
Nueve... diez... once...
doce cadenas.
¿Por qué las arrastras?
¿Acaso quieres?
Desde aquí veo como
todo
acaba quedando atrás.
Tú también.
¿Por qué te quedas?
¿Acaso quieres?
No lo entiendo.
¿Por qué continúas
atado al XII?
Ah, ya. La hipoteca.
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