He vuelto.

sábado, diciembre 01, 2007

Fin del cursito

He de reconocer que he cometido un pequeño error de apreciación con el curso que acabamos de ver. Cada sesión se ha ido haciendo más y más apasionante, incluso llegando a enseñarme cosas. No me lo esperaba. El primer día fue demasiado introductorio para mi gusto. Demasiado querer mostrar que las emociones son quienes realmente influyen en cada uno. No sé si pretendía descolocarnos pero, al menos conmigo, lo consiguió. Me imaginaba que se trabajaría más en pequeños grupos, en vez de tenernos viendo chicas muy ligeritas de ropa, con la piel bañada en sudor, cara de esfuerzo y entre sus manos protegidas por guantes herramientas de construcción. Estuvo bien el vídeo, pero creo que se le fue un pelín la mano. Quizá habría sido más interesante que, en vez de mirar como atontados la pantalla, nos hubiera puesto a hacer juegos de rol asignando a cada uno papeles bien definidos.

Eso mismo quisieron hacer las chicas que impartieron la segunda sesión. Eran novatillas, estudiantes de Deloitte. Se notaba. Estaban bastante nerviosas, parecía aquello un vídeo de teletienda pasándose entre ellas la pelota, preguntando al público cosas que sabían que nadie iba a contestar. Y el role-play no salió precisamente bien. Nos convirtieron en el Madrid de Capello, con sus superpijas estrellas, y nos fueron poniendo diferentes tipos de líderes. Era difícil saber cómo actuar si cada uno interpretaba un papel del que tan sólo conocía su nombre. Sin embargo, y aunque parezca todo lo contrario, las chicas lo hicieron bien, hablaron de temas interesantes y pasaron unos aún más interesantes cuestionarios (sí, tuve que haberlo escrito al revés, primero lo bueno y luego lo malo, pero me da perro darle la vuelta)

En la tercera sesión volvimos con el profesor de la primera. En la sala de teatro hicimos juegos. Tres veces, tres, me tocó contar mis pasiones, mis talentos (?) y mis metas. Fue divertido.

En la cuarta vino un tocayo con una voz endiablada. Embelesaba, sedaba, relajaba. Alguno de los gañanes que tan sólo estaban para sacarse un crédito decían que dormía, pero más bien al contrario: atravesaba la consciencia para alcanzar zonas de la mente no muy acostumbradas a la compañía. Y no, no estudio filosofía, aunque me habría gustado.

Ayer vino un hombre de cincuentayún años, director de recursos humanos de una taulellera. En su voz había serenidad y un trasfondo de experiencia muy diferente al del resto. Si bien el primer y el tercer ponentes eran directores de sus consultoras de recursos humanos, con mayor o menor grado de experiencia, quedaban en este aspecto a la sombra del taulellero. Conozco ese tipo de fábricas desde su interior, y no me extrañaría nada que en su memoria reuniera tanta o más información que todos los que pasaron por el curso, entre profesores y alumnos. La serenidad de la vejez, supongo.

Ahora a ver qué pasa, que yo, inconsciente de mí, voy a ver si puedo acabar colaborando con los jovenzuelos que han organizado el curso. Un saludo.

PD: Se me olvidaba. El curso trataba de liderazgo y coaching.

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