He vuelto.

viernes, diciembre 21, 2007

Empresarios

-¿Desde cuando nos conocemos? Si mal no recuerdo desde niños. Fuimos a la misma clase a partir de tercero de primaria. Mi padre viajaba mucho en aquella época, hasta que nos establecimos aquí. Tengo la impresión de que ha pasado una eternidad.
-Sí -el otro asintió levemente, reforzando el débil sonido, cargado de desinterés, que había lanzado al aire.
Los dos hombres estaban sentados en el portal de una empresa. Su empresa. El aspecto de cuarentones era lo único que compartían. El más alto, un charlatán empedernido, perdía la fuerza por la boca; el otro, ligeramente más bajo, tenía un rostro amable, sin embargo apenas lograba disimular la agresividad de su mirada. Era un depredador.
-Muy pronto nos hicimos amigos. Compartimos tantas cosas, los primeros cigarrillos, las primeras chicas, alguna que otra borrachera, aquellos porros a escondidas a la salida de clase. ¡Cuántos recuerdos!
Su interlocutor sacó un paquete del bolsillo de la camisa, separó un cigarrillo de sus iguales, lo puso en sus labios y, tras encenderlo, miró al alto.
-¿Quieres?
El charlatán nunca aceptaba. Sin embargo, ese pequeño acto se había convertido en un ritual, en algo más parecido a un código que a un simple ofrecimiento.
-Ahora -continuó el alto-, un puñado de años después, hemos acabado en este mismo portal, ¡y no como mendigos!. Nuestro portal, el de nuestra empresa que tanto nos ha costado levantar. Juan, he de admitir que el conocerte ha sido de lo más importante en mi vida.
Juan volvió a asentir. El silencio se hizo patente entere ambos. Eran viejos amigos, desde siempre. Sus vidas giraban en torno a la empresa. El alto, cuyo nombre era Sergio, empezó a pensar en todo lo que le había ocurrido a ambos lados de la puerta situada a sus espaldas. Pensó en cómo se dejó engatusar por su amigo para arriesgarse, en cómo puso el dinero; en su mujer, una empleada que rápidamente ascendió a socia consorte.
Tantas horas de trabajo, tantas ilusiones, tantos golpes superados.
Juan, en cambio, sólo tenía una cosa en mente: El futuro de la empresa. Las cosas habían empezado a ir mal desde que su socio, Sergio, el espigado bonachón, se casó con aquella trepa. Los rumores asolaron, antes y después, la oficina; la confianza decayó y, sobre todo, su cerebro empresarial se puso a pensar en cómo solucionar aquel problema.
No estaba contento con su socio. No tenía dotes de mando, se dejaba llevar con suma facilidad y encima contaba unos chistes horrorosos.
Enseguida lo vio claro. Tanto la parte administrativa como la principal cartera de clientes estaban bajo su control.
-Sergio.
-Dime, amigo.
-Me voy, y me lo voy a llevar todo conmigo.
Era un nombre parco en palabras. Apagó la colilla contra el suelo, aplastándola con los dedos. Su socio se quedó de piedra. Jamás se había imaginado algo así.
-¿Por qué? -Acertó a decir, balbuceando.
-Voy a serte sincero. Ya no me sirves para nada. Eres un foco de problemas.
Sergio estaba estupefacto, no sabía qué decir, qué pensar de todo aquello. ¡Lo estaba lanzando al mar como un fardo inútil!
Pensó en su mujer. Sí, los trabajadores habían convertido aquel asunto en la comidilla de todos los días, pero ya había pasado. Además, era amor verdadero, y un capricho, lo que sentían mutuamente.
-¿Es por Marta?
No, eso ha sido una tontería. Simplemente no sirves para esto. Tu mentalidad está equivocada. Sólo me interesaba tu dinero, ahora ya no.
-Hijo de puta. Me estás jodiendo pero bien.
-Lo sé, pero así es la vida. Que tengas suerte dirigiendo tú solo lo poco que te dejo.
-No puedes -espetó casi gritando, rojo de ira.
-Claro que puedo. Es más -sonrió maliciosamente-, he esperado para decírtelo hasta tenerlo todo bien atado.
Sergio se levantó, visiblemente nervioso. Se le notaban demasiado las emociones, era un pésimo negocioador.
-¡Eres un mal nacido! ¿Cómo puedes hacerle esto a alguien? ¿A tu amigo de toda la vida?
-Haciéndolo. Por cierto, tu mujer folla de pena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Real como la vida misma...