He vuelto.

domingo, noviembre 18, 2007

Un loco en Egipto (IV)

-Saladino Magno, el primo de Alejandro Magno.

Vinieron muchos adjetivos para calificar a semejante tipo. Era el guía, un egipcio que decía que tenía el título de arqueología pero que prefería trabajar en el turismo porque así se conoce gente. Las piedras no hablan, pero los turistas suelen ser zafios eurocivilizados con aires de superioridad y estupidez.

Con este buen señor estuvimos un día y medio, que utilizamos para ver Luxor, la antigua Tebas, capital del Imperio durante muchas generaciones. El primer templo, y el más impresionante de todos los que vimos, fue el de Karnak. 2000 años para construirlo, cada faraón que llegaba le añadía algo nuevo a su estructura, y aunque no dudaban en cambiar unos nombrecitos (hola Ramsés II) se veían cosas impresionantes. Ciento treinta y seis columnas anchas como culos de policías zampabollos de NY, representando la laguna de papiro donde se libró la batalla entre Horus y Set.

Una cosa curiosa que hacían los antiguos era que si un faraón moría antes de acabar su obra la dejaban a medio terminar. Pensaban que traía mala suerte. Gracias a ello *arqueólogos* como Saladino conocen los mecanismos de construcción de hace tres mil años: Básicamente rampas de tierra.

Karnak está en ruinas. Los terremotos ya no respetan ni a los muertos. Una pena.

Por la tarde fuimos a Luxor, primero al templo con el que comparte nombre, enclavado en la ciudad aunque es más correcto decir que la ciudad ha crecido en torno al monumento. Es hermoso vivir en una ciudad que aúne en su interior restos arqueológicos y edificaciones modernas. Lástima que sea en Egipto, un país tan... sucio, tanto ética como estéticamente.

El templo sí, hermoso. Como todos. Con sus estatuas de Ramsés II por todas partes, el muñón de uno de los dos obeliscos custodios de la entrada, regalado a Francia (como ya comenté a cambio de un reloj que no funcionó jamás), piedras, y reciclajes del templo al cristianismo y al islam.

Después de la ruina dimos una vueltecita por el pueblo en calesa. Por sus callejones y su mercado nocturno, que de diferencia del diurno en que ya no está el sol sino la luna observando las transacciones. ¡Había mujeres sin velo! Coptas, seguramente. Un mercado, como puede ser el del martes de aquí, extendido por las oscuras calles. La mayoría de productos eran alimentarios, se mezclaban los olores de las especias con las telas que colgaban de innumerables cuerdas Un paseo agradable. Además, es una ciudad pequeña (+-800.000), tranquila y limpia, ya que viven del turismo. Agradable. Bonita postal en movimiento.

Por cierto, ¿he comentado lo bueno que está el café turco?

A la mañana siguiente, bien temprano, fuimos al fin del mundo. Al valle de los Reyes, donde reposaban los faraones del Imperio Nuevo. El infierno, si existe, debe ser algo así: vagar solo entre esas montañas de piedra, secas y muertas, bajo un sol cruel e inclemente. Sin duda es lo que más me ha impresionado del viaje. Es como mirar el hogar de la muerte cara a cara. Se veía muerte, se respiraba muerte, se oía muerte. Lástima de turistas.

Nos dejaron entrar a 3 tumbas, las de Ramsés I, Ramsés III y Ramsés IV. La de Ramsés II, la más profunda (cada Faraón se dedicaba en vida a hacer más y más profunda su tumba, y cuando moría se le enterraba), estaba de reformas. Sentí que estaba entrando en uno de los lugares más sagrados del mundo, entre el asfixiante aire y la sensación de inmortalidad de aquellas paredes cubiertas de figuras de dioses. Creo que perdí un poco la cordura, y como poseído me puse a defender ante herejes capitalistas la idea de llevarse al otro mundo un puñado de las riquezas y objetos rituales con el que eran enterrados.

Después del valle fuimos al templo de la faraona marimacho, la celosa Hapsetpsut. Mis reservas ya estaban quemadas, entre el ataque de misticismo de un rato antes y el calor no estaba muy en mis cabales. El agua huía de mí a través de mi piel, empapando mi ropa el poco tiempo que el sol le dejaba. No llegamos a entrar, tal era nuestro estado general. Fue suficiente con contemplar la majestuosidad del monumento reconvertido a monasterio cristiano. Contemplar a Anubis cara a cara, ver su hogar vacío...

Volviendo pasamos por los colosos de Memmon. Dos faraones XXXL de piedra de los cuales uno de ellos, debido a un terremoto, se rompió y cuando el aire atravesaba sus fisuras silbaba. Esto enamoró a los griegos. Los romanos, más prácticos, lo repararon. Dejó de silbar.

Volvimos al barco, para descansar, ducharnos y prepararnos para el vuelo a Alejandría. Nos despedimos del Nilo y vimos cómo vinieron 6 portamaletas para 5 maletas. Y todos querían propina. Cosas del país.

Facturamos, pasamos los controles, entramos, cenamos la peor pizza que he probado en mi vida y subimos al avión Luxor - Sharm el Sheik - Alejandría.

2 comentarios:

Yhadax dijo...

Hay pocos como tú que sepan describir un viaje que muchos deseamos hacer como si fuera el mismisimo infierno xD

Muy interesante esta cuarta parte, has ido mejorando lo relatado por capitulos jeje

En cuanto a lo de los monumentos, hay algo que me ha dejado algo inquieta, hace un par de noches vi en Canal Historia un docu sobre el Egipto antiguo. Comentas que al morir los faraones, se dejaba sin terminar su obra. El caso es que en el documental se comento que las tumbas de los faraones, todo su grandisimo esplendor, se iba construyendo a lo largo del reinado de los mismos y sus descendientes terminarían la obra si no estaba terminada ya e irían construyendo su propia tumba. Ya sabes estos muchachos cuanto adoraban la llegada de la muerte para pasar a un mundo mejor.

¿Ocurría lo que tu has dicho solo en monumentos externos, o es una contradicción?

vicente dijo...

Gracias :)

Es que Egipto no es España, aunque compartan inicial. Es muy diferente, es un país que si lo ves con ojos occidentales, industrializados y ordenados, lo mínimo que puedes sufrir es una esquizofrenia paranoide de impulsos suicidas.

Lo que comentaba de los monumentos me lo dijo Mr. Saladino en Karnak, donde vimos una de esas enormes puertas inacabadas debido a la muerte del faraón antes de que la acabara. Lo de las tumbas (no pirámides, sino los agujeros en el valle de los reyes) cuando muere el faraón se acaba lo que se esté haciendo, se pican las salas y se mete todo el cacharrerío dentro. No lo entierran inmediatamente, y alguien, su heredero, supongo que será el encargado del trabajo.