He vuelto.

domingo, noviembre 25, 2007

Un loco en Egipto (V)

Tenía las esperanzas de que el vuelo fuera Luxor - Alejandría - Sharm el Sheik. Me equivocaba. Primero volaríamos hacia el mar Rojo y después hacia el Mediterráneo. Estábamos rodeados de anglosajones rubicundos, como en casi todo el viaje. Gente de bien, con una mirada satisfecha a la vez que cansada por todo lo recorrido, e ilusionada en ver el próximo destino. Ahora lo pienso y me doy cuenta que el vuelo siguió un trayecto lógico. Aunque están a la misma distancia las dos ciudades no iban los egipcios, muy cucos ellos, a cansar a los guiris con una hora más de viaje. Antes que se jodan los que viajen a la segunda ciudad más importante del país.

No sé por qué se me ocurrió que, quizá, nos podían dar cena. Supongo que motivado por las dos horas de viaje que nos esperaban. Tras una hora y un medioadormilado viaje llegamos a Sharm el Sheik. Nos quedamos prácticamente solos, a excepción de dos hombres de cara redonda y roja que se sentaban juntos. Más de media hora después embarcaron los nuevos viajeros.

La ruta Sharm el Sheik - Alejandría no debe ser muy turística. En media hora nuestros acompañantes habían mudado de piel, pasando del rosa al marrón. Y todos feos. Ellas no tanto, pero claro, eran jovencitas, se cuidan mucho para sus mariditos si tienen su consentimiento, supongo, y con aspecto de pertenecer a la clase alta del país. Sobra decir que los pobres de solemnidad, que son la inmensa mayoría, no tienen cuartos para viajar. ¡Qué diferencia! Los turistas olían mejor. Y eran más guapos.

Un encadenamiento de paridas, voces altas en español y una hora después llegamos a Alejandría. Nunca antes había estado en una zona productora de petróleo. No sé si volveré a acercarme a alguna. ¡Qué peste a gasolina quemada! O puede que fuera debido al tráfico de la ciudad que, como creo que ya he comentado antes, es caótico, descontrolado, salvaje y a oscuras, como el de El Cairo. Y yo que pensaba que en Buenos Aires conducían mal.

Dicen que Alejandría es una de las ciudades más bonitas del Mediterráneo. Creo que esto último me lo acabo de inventar. Vaya mierda de poblacho. Sí, la avenida del mar es medianamente bonita, con sus barquitos, su castillo al fondo y sus casas de estilo colonial salpicando cual gotelé exhausto el lado opuesto a la playa. Pero, sinceramente, para ver un paseo guapo mejor quedarse en España. Sus garitos para la jet-set dejan al merendero Manolo al nivel de El Bulli de Adrià. Fuimos a un restaurante, el Housmy o algo así, que se suponía que era de lo mejor de la ciudad, y bueno, en nuestra madre patria cualquiera con un poco de buen gusto dudaría en entrar en un localito así. Sus heladerías son misteriosas, casi como jugar a la ruleta rusa sustituyendo las balas por helados. Pedí uno de chocolate que tenía de todo menos chocolate. En la tarrina habían, a parte de un misterioso marrón, colores como el rosa o el naranja-amarillento. Me encanta el chocolate, es más, sería adicto si esa deliciosa sustancia fuera considerada adictiva, pero no pude acabarme la tarrina.

La ciudad tiene dos caras, como todo el país (y como la zona de la playa de todas las ciudades españolas): una de "imponentes" edificios, hoteles occidentales, y tras ella las calles sin asfaltar donde jóvenes varones pasan la sobremesa escuchando música o riendo. No están muy acostumbrados a ver occidentales y "occidentalas", era divertido ver cómo sus ojos bajaban y subían, deteniéndose todos a unas mismas alturas. Menos mal que no se trataba de mi pareja y que, aún si lo hubiera sido, no soy celoso. Para las tímidas: dejaos la ropa ajustada en casa si queréis ir a este tipo de países.

Más divertido es observar esto mismo en las zonas rurales, donde sólo han visto a un rostro pálido en la televisión. Es muy intensa la sensación de sentirse observado por TODOS los ojos presentes en la zona. Incomoda muchísimo. Te miran, te estudian, te juzgan y piensan: "¿estos europeos qué hacen aquí?" Debe ser muy parecido a lo que sienten las cobayas de laboratorio. O aquel hombre que va desnudo por Barcelona excepto por un slip tatuado y una mochila. Curiosidad. Al menos he de decir que no había odio y desprecio, como ocurre con los que vienen de fuera a nuestro país.

Al tercer día de estar en Alejandría nos despedimos de la familia, y en taxi fuimos de la ciudad del Magno hasta El Cairo. El trayecto duró más de tres horas, entrando aire por la ventana que no cerraba bien o por los costados del asiento trasero del vehículo, un 504 que de 504 sólo debe quedar la carrocería. En cada extremo del salpicadero habían corazones de neón atravesados por una flecha que se iluminaba por partes. El taxista nos puso bakalao. Aquello parecía Pirámide, sobre todo al entrar en la capital, donde la contaminación intoxicaba los pulmones y, literalmente, colocaba.

Estuvimos una de las tres horas del trayecto cruzando la ciudad. El campo de visión alcanzaba, como mucho, treinta metros y no con facilidad. La gente iba sin luces y los peatones cruzaban la vía sin mirar. Fue un viaje bastante duro. Y eso que no tuvimos la suerte de ver cómo el vehículo se iba desmontando pieza a pieza por la carretera. Pudo haber sido peor.

En el aeropuerto unos HIJOS DE PUTA (porque no hay otra palabra, con todo respeto por las profesionales de la cosa pública) con peto del recinto y encargados de poner la maleta en la cinta de rayos X se cargaron una rueda. La encajaron entre las barras que ruedan y, en vez de retirarla y colocarla horizontalmente lo que hicieron fue utilizar su ingenio preneardenthal: fuerza bruta. Resultado: la maleta entrando en el aparato y la rueda en el suelo. ¡Y encima pidieron propina!

"¡España, allá vamos!" Pensé una vez entramos en la zona de embarque. Un consejo: nunca compréis comida en los aeropuertos de Egipto, no os lo recomiendo.

El vuelo se me hizo corto. Me dormí al poco de cenar y me desperté al poco de llegar. Me impresionó la limpieza del aire de Madrid, donde se puede ver a lo lejos y no arden los pulmones durante cada inspiración. Son dos mundos diferentes, uno podrido por externa e internamente y el otro podrido tan sólo internamente.

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