He vuelto.

martes, septiembre 02, 2008

Sombras (V)


-¿Estás seguro de que quieres hacerlo?
Luna, sorprendida y soñolienta, no supo cómo encajar la petición que acababa de escuchar.Lo primero que le dijo Guzmán, que entró en casa acelerado, nervioso y fuera de sí; al verla fue que preparara una sesión de hipnosis regresiva. Lo estuvo esperando despierta, luchando contra la sonrisa de Morfeo que la invitaba a cerrar los ojos, sentada en el sofá y jugando con el gato. La televisión estuvo encendida hasta cerca de las tres de la mañana (que fue cuando escuchó el familiar sonido metálico del llavero de su compañero) escupiendo anuncios, sin embargo su cabeza estuvo pendiente del teléfono o de la puerta. El campaneo metálico del llavero, aquel sonido familiar que siempre avisaba de la llegada de su compañero la alivió, apagando la caja tonta de una forma instintiva y levantándose apresuradamente para recibirlo.
-Sí -dijo él, con paso firme y decidido, tan decidido como la fuerza que surgía de sus ojos y tiraba de aquel cuerpo alargado, huesudo-. Es necesario.
-¿Por qué quieres hacer algo así?
-Alessandro.
-¿Perdona?
-Sí. Alessandro. Yo. He de saberlo.
-¿Y si te paras y empiezas a hablar como una persona normal? Estás muy alterado, relájate y explícame qué ha sucedido -no pudo evitar que Guzmán le rebasara, tomándole la mano y arrastrándola hacia la sala de estar. -¡Suéltame! -a duras penas logró no trastabillar mientras intentaba seguir el ritmo de aquellas largas zancadas.
La liberó una vez estuvieron en la habitación. Una lámpara de lectura, de casi medio metro de altura, vestía los sobrios muebles de unos difuminados tonos ocres. Sobre la mesa languidecían las velas que encendieron unas horas antes, cuyas llamas bailaban espasmódicamente al son del aire generado por los bruscos movimientos de la pareja.
-¿Me vas a contar qué ha pasado? -Luna, demasiado empática como para poder evitar que la agresividad que había irrumpido sin piedad en el apartamento no calara en sus frágiles nervios lo abofeteó- ¡Guzmán, céntrate!
Funcionó.
-Perdona.
-Ya -dijo sin ocultar la desconfianza y el malestar que la dominaban-. He estado muy preocupada por ti, ¿sabes? Lo he pasado muy mal. A ver cuando dejas de hacerte el héroe salvaalmas y dejas de trabajar a las tantas.
Mientras, su compañero sintió cómo el universo se le venía abajo. El cansancio, el estrés y el cóctel de extremas sensaciones que tenía dentro del cuerpo explotaron al unísono, dejándolo clavado e inutilizando la poca racionalidad que continuaba operativa. Sin embargo, una idea continuaba en su mente.
-Luna, por favor, baja la voz -dijo mientras se dejaba caer sobre el sofá, en el lado contiguo a la lámpara de lectura. Una vez se acomodó, acción que le costó más segundos de lo habitual, tal era su mal estado de conciencia, golpeó dos veces la mitad libre, indicándola que se sentara-. Por favor, ven y te cuento.
Se sentó.
-Bueno, después de que te llamara fui a la casa de don Eleuterio. Accedí a él, le busqué pero no le encontré. Cuando me di cuenta estaba en una especie de palacio del Renacimiento, y escuché la voz del ente que aparece en mis sueños. Sí, Luna, también el del accidente. No dejó de llamarme Alessandro, incluso mencionó "condottiero".
-Y quieres hacer una regresión para saber a qué se refiere.
-Sí.
-No -dijo, reforzándolo con la cabeza-. No estás para algo así. Mírate, si te mueres de sueño; además, en alguien como tú, con tantas vidas pasadas a tus espaldas, puede ser peligroso. Puedes traer fantasmas del pasado a tu vida actual, o lo que es peor, pasármelos.
-Confía en mí, aún estoy suficientemente despejado. Además, he de saber quién es y qué relación tengo con él. Solo hasta que lo descubra, y luego me despiertas.
La muchacha retiró un mechón de su cabello rizado, moreno, que escapó hasta cerca del ojo derecho.
-No me convences -dijo, aparentando una firmeza que no existía.
-Creo que será mejor que me ayudes. Seguramente si me duermo él volverá, y no podrás ayudarme.
-Uhm... -dudó- está bien. Ayúdame a prepararlo -se giró, buscando algo de incienso con el que ambientar la sala.
Guzmán sonrió.
-Luna, te quiero.
Una descarga eléctrica atravesó su frágil cuerpo, paralizándola. No recordaba cuando fue la última vez que escuchó aquellas palabras, llegando incluso a dudar si fueron reales o pura imaginación, una ilusión provocada por el cansancio y aquella situación anormal.
-¿Perdona? No te he oído bien.
-No -contestó distraído, mientras se dirigía hacia la cocina-, nada.

Prepararon la sala de estar para la regresión hipnótica. Anubis, el gato, se sentó al lado de su dueña, atento a todo.
-Voy a contar hasta cinco y cuando llegue al cinco caerás en un profundo sueño. Uno... dos... tres... cuatro... y cinco.
Guzmán, que escuchaba su dulce voz, se sumergió hasta profundidades de la mente que nunca había alcanzado. Su respiración profunda revelaba su nivel de relajación. Estaba a merced de ella.
-Sientes como todo tu cuerpo cada vez pesa menos, y menos, hasta que ya no pesa nada; hasta que no existe. Tu cuerpo astral también empieza a perder consistencia, transparentándose. Tu cuerpo etérico, sin ningún lastre, puede viajar por tus vidas anteriores. Viajas hasta la vida en la que tu nombre fue Alessandro, y tu profesión condottiero -realizó una breve pausa, dándole tiempo para adaptarse a su nueva situación-. ¿Ya eres Alessandro?
Un "sí" se escapó de entre los labios entrecerrados de Guzmán.
-¿Dónde estás?
-Estoy con mi madre, me acuna en sus brazos.
-¿Qué edad tienes?
-Acabo de nacer.
-Vayamos más adelante. Ahora tienes veinte años. ¿Dónde estás?
-Estoy en el bosque.
-¿Qué ves a tu alrededor?
-Veo hombres muertos, un campamento incendiado. Pendones de Francia y de Milán tirados en tierra.
-¿Dónde estás?
-Cerca de Fornovo.
-¿Estás en una batalla?
-No, ya no. Mi espada está ensangrentada. Es de noche. A mi lado hay hombres, son de confianza.
-¿Eres un soldado?
-No, soy un mercenario.
-¿Para quién luchas?
-Para Venecia.
-¿Quién es tu señor?
-Ridolfo Gonzaga.
Luna hizo una pausa, aquello no le interesaba. Decidió avanzar un poco en el tiempo.
-Muy bien, Alessandro. Vamos a avanzar. Ya eres adulto, estás en un palacio. ¿Lo ves?
-Sí.
-¿Qué edad tienes, Alessandro?
-Treinta y dos años.
-¿Donde estás?
-En Mantua.
-¿En el palacio?
-Sí.
-¿Qué oficio tienes?
-Soy comandante de las fuerzas de Francesco Gonzaga.
-Ahora nos trasladamos hacia el momento más importante de tu estancia en Mantua, ¿de acuerdo?
-Sí.
-¿Puedes describir lo que ves?
-Estoy en una sala oscura, con otro hombre. Es un francés.
-¿Qué puedes decirme de él?
-Es un hombre peligroso, es espía del rey Luis XII. Cree que soy de los suyos, le he tendido una trampa a él y a sus esbirros. Para ello debe creer que voy a hacerlo.
-¿Qué tienes que hacer?
-Eliminar a Francesco Gonzaga y a toda su familia, tomar la ciudad con mis tropas y convertirme en gobernante. Una vez lo consiga las tropas francesas iniciarán la invasión de Lombardía.
La hipnotizadora se quedó muda, intentando imaginar aquel cuerpo tan frágil como agente doble en una conspiración. Consideró la posibilidad de interrumpir la sesión, sin embargo decidió continuar con aquello.
-Ahora estamos en el momento en el que vas a consumar tu plan. ¿Qué sucede?
-He enviado algunos hombres a las estancias de Gonzaga y su familia, para protegerlos. El francés va a actuar hoy, a medianoche. Yo me encargo de mi Señor. Está dormido -Las facciones de Guzmán se pusieron tensas, sus ojos se abrieron de par en par, en una expresión de terror-. No puedo moverme, algo va mal.
-¿Qué ocurre?
El hipnotizado empezó a moverse como si intentara soltarse. De repente se detuvo, levantando el abdomen y hundiendo la cabeza en el reposabrazos del sofá.
-Estoy inmovilizado. Forcejeo. Alguien pone el filo de una espada en mi cuello. Me han capturado. Sudo, me va a matar. Me va a matar.
-Voy a contar hasta cinco -dijo apresuradamente Luna, intentando sacarlo de tan embarazosa situación-, cuando llegue a cinco vas a despertar, y recordarás todo lo que ha pasado como si no te hubiera pasado a ti, como si se tratara de otra persona. Uno...
-Maldito traidor francés, ¡soltadme!
-Dos...
-Mi señor, ¿qué es esto?
-Tres
-¡Es él quien pretendía asesinaros! -El rostro de Guzmán se congestionó. Gritó- ¡Es una conjura contra vos y me va a eliminar!
-Cuatro...
-¡No, mi señor, sus acusaciones son falsas!
-¡Cinco!

-Guzmán, ¿estás bien? -se interesó Luna, mientras le acercaba un vaso de agua fresca.
-Sí, sí. Estoy mareado.
-Es normal -le tranquilizó-, suele pasar en sesiones tan movidas como esta.
-¿Cómo ha ido? -se interesó- ¿Ha salido bien?
-Creo que sí -sonrió Luna, parecía que no había quedado ninguna secuela de tan violenta regresión. ¿Crees que podrías explicar qué ha sucedido, qué has recordado?

2 comentarios:

Isa dijo...

¿qué ha sucedido? ¿qué ha recordado?

ayyy.... como lo dejas así!!


Como de costumbre, no decepcionas. He disfrutado muchísimo leyéndolos! Q no decaiga!!! :D

vicente dijo...

¿Que los has leído todos de un tirón? Qué valor...