He vuelto.

sábado, septiembre 13, 2008

Sombras (VIII)


¡Bang!

-Abuelita, ¿qué es morir?
Un niño de cinco años, larguirucho y bastante alto comparado con la mayoría de los de su edad, se balanceaba en uno de los dos columpios que colgaban de una tosca estructura metálica oxidada. Frente a él, y mirándolo, había una mujer que reposaba sus sesenta años y algunos kilos de más en un viejo banco de madera que a duras penas mantenía la pintura, antiguamente de un elegante verde oscuro. La hojarasca de los árboles caducos había llenado de tonos ocres y rojizos del pequeño parque ocupado solo por aquellas dos melancólicas figuras, mientras el suave chirrío de los goznes de las cadenas bailaba con la banda sonora habitual de coches, peatones y comercios a punto de cerrar amortiguada por la arboleda, la distancia y algunos pequeños animales que en el lugar vivían. La señora, que pasaba el rato rellenando un crucigrama, sonrió al escuchar en la vocecita inocente de su nieto aquella pregunta tan profunda. Dejó a un lado la revista, el bolígrafo y afablemente se dispuso a contestar. Conocía muy bien, demasiado quería creer, el tema.
-Guz, bonito, es una pregunta muy difícil ¿por qué me la haces?
El pequeño, dejando que la inercia fuera frenándole, explicó que mientras jugaba en casa de uno de sus amigos escuchó parte de la conversación entre las madres de los dos niños. Estaban en otra habitación, a cargo de la hermana mayor del otro, que no pasaría de los trece años. En un descuido de ésta se escabulló por la puerta y se acercó a la sala de estar donde las dos mujeres tomaban café. Escuchó sus voces, con cuidado para no ser descubierto y movido por la curiosidad, puso atención en lo que decían.
-...un ceda el paso y le embistió -aquella que hablaba era la madre de su amigo-. Se ve que la furgoneta le pegó con el morro en la puerta trasera, un poco antes y... no quiero ni pensar en lo que habría pasado si hubiera pegado en la puerta delantera; aun así, bueno, ya te lo he dicho.
-¿Y tú, cómo estás? -el pequeño Guzmán sonrió al reconocer la voz de su madre.
-Ufff -suspiró la otra mujer-. Muy mal, no he dormido nada hoy, preocupada por Javier. En el hospital, ya sabes. Cuando me llamaron para decirme lo del accidente casi me entra algo, pensé que se iba a morir.
-Iba a morir -repitió el niño espía hacia sus adentros -iba a morir.
-¿Qué haces aquí? -una voz de niña le sorprendió. Las dos madres se callaron.
Continuó explicándole que, justo en ese mismo momento, una mano le arrastró hacia el fondo del pasillo. La niña le dijo, algo alterada, que ni se le volviera a ocurrir hacer algo así, que si quería ir a cualquier parte que se lo dijera primero a ella.
-Eso está muy mal, Guzmán. -reprochó la abuela, sin embargo no parecía molesta por la confesión- ¡no hay que espiar a las personas! No lo vuelvas a hacer, ¿vale?
-Sí, abuelita -el espigado niño, lejos de arrepentirse y olvidar el tema junto con la mala acción previa decidió insistir-, ¿qué es morir?
-Morir es cuando una persona, o un animalito, o una planta dejan de vivir.
El columpio se detuvo.
-Pero... -Guzmán, asustado ante algo que ni siquiera alcanzaba a comprender- ¡eso es malo!
-¡No! -exclamó, sonriente- Para nada.
-¿Por qué no es malo?
-Porque cuando alguien muere tarde o temprano vuelve a este mundo, se reencarna en otro cuerpo.
-¿Por qué reencarnarse? -el chico, ahora más sorprendido que asustado, preguntaba presionado por la incesante necesidad de hacer preguntas; sin embargo era incapaz de seguir lo que le decía.
-Porque todos cometemos errores, y tenemos siempre una oportunidad para solucionarlos.
-No entiendo nada.
-Es que es un tema muy complicado. Además, no deberías preocuparte por eso. ¿Vamos a comprar chocolate?
-¡Sí!
De un salto Guzmán se bajó del columpio, ayudó a su abuela a acabar de levantarse y se dirigieron hacia una tienda de golosinas situada en una de las calles colindantes al parque. La tarde fue marchitándose, preparada para dar el paso a la noche. El cielo estaba encapotado, grandes nubes impedían la visión de los astros y las luces de algunas casas ya empezaron a iluminar las calles acompañando al intermitente encendido de las farolas. El establecimiento estaba cerca, no les costó más de cinco minutos al lento ritmo de una abuela con su nieto. Se encontraron frente a un toldo con la leyenda "dulces y golosinas", al otro lado de la calle. Cruzaron la vía, desierta, y se plantaron frente a la puerta.
-Antes de entrar quiero decirte una cosa, ¿vale?
-Sí.
-Pero es un secreto, y antes vas a tener que prometerme que no se lo vas a contar a nadie.
-¡Lo prometo! -exclamó, ansioso. La combinación de chocolate y secretos le habían alterado. Estaba nervioso, y si le hubieran dado a elegir no sabría decir cual de los dos prefería obtener antes -¡Dime, dime, dime!
Se inclinó sobre su nieto, acercándose a su infantil cabeza.
-Mira hacia ahí arriba -susurró-, ¿la ves?
-¿Qué he de ver?
-La luna.
-No, no la veo.
-Sin embargo está, siempre estará. Confía en ella, te protegerá y te llevará por el buen camino. Cuando te sientas perdido mírala y deja que te indique el camino -Se separó del niño y, tras un tosco movimiento y una maldición dedicada a su cansada espalda se puso todo lo erguida que pudo-. ¿Vamos a por ese chocolate?
-Sííí.

-¡Abre los ojos, maldito hijo de puta!
En la oscuridad de la habitación Luna, llorando, sostenía con ambas manos la cabeza de Guzmán empapada por las lágrimas de su compañera. No reaccionaba. Ella, desesperada, no sabía qué hacer. Aún estaba caliente y en su cara se podía leer el terror de saber que una bala va a atravesar el cráneo.
-¡Despierta!

3 comentarios:

Isa dijo...

Ummm... combinacion de secretos y chocolate... Guzmán si que sabe! ^^

Muy bueno el flash-back, ¿o es un sueño? porque si es un sueño, Guzmán no se ha muerto... ¿no? eh??

vicente dijo...

Hola Isa.

¿Flash-back? ¿sueño? ¿Que Guzmán está muerto? ¡No jodas!

A ver por donde tiro. Tengo un par de ideas por la sesera, pero ando cabezaabajo y hoy todo me da igual. Enga, un saludo.

[..La chica triste que te hacía reír..] dijo...

Llevaba tiempo sin leerte, pero no podía decepcionar el VII.
;)

[Cuidate ese resfriado, Vico]