He vuelto.

lunes, septiembre 08, 2008

Sombras (VI)


-Recuerdo muchas cosas, creo que toda mi vida como Alessandro Colonna -pues así se llamó-. Se ve que fue, o fui, mejor dicho; un mercenario en la zona de Milán. Logré suficiente prestigio y alcancé el cargo de comandante de las fuerzas de mi señor, un tal Gonzaga, que gobernaba la ciudad de Mantua -Luna asintió, aquello concordaba con lo que había escuchado un momento antes-. Pasado el tiempo investigué a un hombre, creyendo que era un espía del rey francés, por mi cuenta y riesgo, y con suma discreción para evitar levantar sospechas. Conseguí que confiara en mí, y cuando estuve a punto de revelárselo a mi señor el traidor, ese bastardo francés me engañó, adelantándose a mi acción.
-¿Crees que puede ser él quien te está perturbando?
Guzmán, agotado, estuvo unos segundos pensando en la pregunta. Se esforzó en intentar relacionar las caras y aunque tenía claro que se trataba de la misma criatura le costó confirmarlo.
-Sí, creo que sí.
-Cariño, ha sido un día muy duro -ella, conciliadora, pasó una mano sobre los hombros de su compañero, le besó en la sien y susurrando continuó-, vamos a dormir, que lo necesitas.
A las cuatro de la mañana se metieron en la cama. Guzmán no tardó en sumergirse en las profundidades más oscuras del océano de Morfeo, mientras Luna, despierta y preocupada, no dejaba de observarlo. No podía dormir, angustiada por la inquietud que la reconcomía. No remitía el miedo de que ese extraño demonio del pasado tomara posesión de aquel frágil y alargado cuerpo. Sus temores no eran para nada infundados, pues recordaba como si hubiera sido ayer cuando aquello mismo le ocurrió a su hermana mayor.
-¡Luna, sálvame!
Todas las noches soñaba con lo mismo. Su "tata" retorciéndose, convulsionándose, hablando en extrañas lenguas. Los médicos yendo de una esquina a otra en la habitación, con sedantes que no surtían efecto y camisas de fuerza destrozadas. Nadie entendió qué le ocurría, y por mucha medicación no conseguían remitir aquellos extraños ataques de locura.
-Melania, ¿qué te pasa? -preguntó la pequeña Luna, que con siete añitos estaba clavada en el suelo al lado de la cama donde su hermana mayor descansaba entre ataque y ataque de aquella supuesta epilepsia.
-Ven, dame la mano -dijo la primogénita, de dieciséis años-, dame, quiero enseñarte una cosa.
-¿El qué? -sorprendida y atemorizada, dudó en acercarse.
-No pasa nada, no tengas miedo, peque -su hermana, con sus gráciles bucles dorados cayendo sobre su rostro sudoroso y marcado por el cansancio y el dolor, sonrió-. Confía en mí.
Dejó caer el brazo derecho de la cama, lo levantó ligeramente para acercarlo a la mano que, temblorosa, Luna se atrevió a aproximar. Con un rápido movimiento Melania atrapó los pequeños dedos de su hermanita, que no supo reaccionar. El rostro de la mayor cambió, desfigurándose y tornándose tétrico, oscuro y macabro. Había atrapado a la niña. Era suya.
Todo se hizo oscuro para la pequeña Luna, sintió cómo sus ojos eran incapaces de sentir rastro alguno de la luz artificial que pobremente iluminaba la habitación. Los cerró, aterrorizada.
-¡Abre los ojos!
Era la voz de su hermana, distorsionada y lejana, que ordenaba una acción que ella se resistía.
-¡No! -gritó- ¡Tengo miedo!
-¡Hazlo! -Esas dos sílabas la obligaban. Se resistía, infructuosamente. Notaba cómo si algo tirara de sus párpados hacia arriba y hacia abajo, forzándola a mirar.
No pudo resistirse más. Empezó a vislumbrar figuras, algunas humanas, otras que no lo parecían. Sombras, luces, bocas que gritaban sin cesar, ojos abiertos que inyectados en sangre miraban buscando un punto de fuga en el que cercenar aquella existencia terrorífica. Una criatura reptiloide, de ojos amarillos y largos dientes se fijó en ella. En menos de una décima recorrió unos doscientos metros (como si fuera a cámara rápida, dijo cuando le preguntaron), poniéndose en cuclillas para disminuir la diferencia de altura entre ambos y situando su hocico a cuatro dedos de su nariz.
-Bienvenida al mundo real, Luna. ¿Por qué te estás meando? ¿Qué clase de miedo puedes tener? Nosotros somos la auténtica Verdad, y no eso que tú misma quieres creer. No tengas miedo.
Esa extraña criatura no hablaba, se comunicaban telepáticamente.
Luna miró al fondo, a la mesa situada a unos tres metros al fondo. En ella estaba maniatada su hermana, al igual que había visto en el mundo real en su cama, pero con la diferencia de que estaba desnuda y que otra extraña criatura, de mirada hipnótica, alas vampíricas y piel negruzca, tenía una mano dentro del cráneo y otra en la caja torácica de Melania.
-¿Por qué le hacéis daño?
-No le hacemos daño. Estamos sanándola.
-¿Sanándola? -tembló su voz infantil.
-Sí, pequeña. Tu hermana ha venido a un mundo donde los fuertes son sometidos por los débiles, los cobardes aprisionan a los valientes y los necios estrangulan a los sabios. Esa corrupción ha llegado hasta su interior y estamos sacándosela.
-Pero sois malos, ella sufre.
-Toda cura es dolorosa, Luna.
-¡No! -gritó- ¡Mientes! ¡Es todo mentira! ¡Sois malos y hacéis daño a mi hermanita! -dio un manotazo al escamado morro, y corrió hacia su hermana mayor- ¡Melania, vuelve! ¡Reacciona!
Aquel grito sorprendió a los dos extraños entes de la visión, el reptiloide trastabillando y el ser alado viendo sacadas sus manos del cuerpo de Melania que, gracias a la acción de su hermana, había salido de la inconsciencia inducida en la que se encontraba.
Luna abrió los ojos, estaba en los brazos de su madre, que de un manotazo había separado a las dos hermanas. La más pequeña de las dos jadeaba, empapada en sudores fríos y temblando por una fiebre repentina que se alargó durante dos semanas. La mayor, con los ojos cerrados, parecía estar en paz.
No lo supo hasta muchos años más tarde, pero había salvado a su hermana de aquellas criaturas. Tampoco relacionó con aquellos hechos, que pasaron a su memoria en forma de mal sueño, la debilidad física que la acompañó desde entonces.

-No te preocupes, Guzmán. Yo cuidaré de ti. Ahora duerme, mi amor.

1 comentario:

Isa dijo...

wo!

Ya tendriamos q ir pensando en publicar algo eh? Francamente, me encanta.

Me da en la puntita la nariz que un dia tendre q comprar algo con tu nombre...

;) sigue así (y dale a la VII)