He vuelto.

martes, septiembre 25, 2007

Los paletos

No, no estoy refiriéndome a las gentes que parodia Ernesto Sevilla, que lo suyo son los gañanes. Me refiero a los que se consideran nacionalistas. Me da igual de qué tipo, si periféricos o centralistas, de lejos o de cerca, de marcharse o de quedarse. A los que piensan que ellos, los suyos, son supermegachupiguays y que los demás somos unos envidiosos rastreros que les odiamos por ser poco menos que arios.

Es curioso, pero por norma general el paleto nacionalista piensa que el "español" (es decir, el que no es, como muy lejos, el hijo del vecino) tiene sueños orgiásticos con la Casa Real y Aznar, que regalamos el sudor de nuestra frente ¡oh!, a ¡Madrid!; y que todos los días nos despertamos cantando el Cara al Sol.

Los paletos suelen acabar dividiéndose en dos grupos diferentes. Por una parte están los de azada y caballón, que piensan que ellos son como una especie de pueblo elegido que deben alcanzar la libertad de sus camaradas de azada, olvidándose del resto de trabajadores, personas tan válidas como ellos pero que por haber nacido más allá de una simple raya dejan de ser seres a tener en cuenta. Espera. Eso me suena. Un socialismo encerrado tras unas fronteras, de un solo pueblo. Ah, sí: nacionalsocialismo, stalinismo.

Por otra parte está el de los paletos panzudos caciquiles. Estos sí que tienen las cosas claras. Son conscientes de sus prioridades, es decir, enriquecerse y mandar; y que les conviene comer aparte porque así comerán más. Su pragmatismo es brutal, para lograr sus máximos beneficios no dudan en aprovecharse del liberalismo más neocon y robar todo y más de lo que anda suelto por el mundo. Por ello se juntan con otros de su calaña para engañar a los de azada para que sean sus puntas de lanza y extender sus tentáculos avariciosos por el globo terráqueo.

Esto me recuerda a una historia de portugueses. Cuando se enteraron de que Colón había descubierto "las Indias" y que con bisutería había conseguido comerciar con los nativos, se fueron corriendo hacia la verdadera india, pensando hacer negocio con espejitos y demás abalorios. Al llegar allá los hindús, sabios y milenarios, poco menos que se rieron en sus caras, diciéndoles que o pagaban con oro y plata o que se metieran sus cacharros por donde les cupiera. En este caso, ¿quién era el paleto, prepotente e ignorante que vivía encerrado en su realidad?

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