He vuelto.

domingo, septiembre 21, 2008

Sombras (X)


Plantada frente a la sólida puerta de madera Melania protegía con su mano izquierda en un acto mecánicamente inconsciente la llama de un mechero de gasolina rojo, a juego con su carmín, cada vez más cercano al cigarrillo que hacía equilibrios sobre sus labios carnosos. Estaba esperando la respuesta a la pulsación del timbre que había hecho instantes antes. El humo empezó a ascender, inundando con su característico olor el portal del viejo edificio donde vivía su hermana. Apagó el mechero, lo dejó deslizarse dentro del enorme bolso que protegía su riñón izquierdo y, con la misma mano derecha, retiró un mechón ondulado que aparentaba tener vida propia. La baja temperatura, acompañada de un aire traicionero, habían convertido el trayecto entre el lugar donde pudo aparcar el coche y aquella puerta en una tortura, atravesando las medias la helada humedad hasta rebotar en los huesos. "Ha sido una suerte que cogiera la chupa", pensó. Anduvo cerca de seiscientos metros encogida, enroscada dentro de su chaqueta de cuero. Entre el frío y que nunca le gustó ir sola por el barrio de su hermana a esas horas recorrió, casi corriendo, la distancia entre donde pudo aparcar el coche y el punto en el que estaba dando una deseada primera calada.
-¿Quién es? -reconoció la voz, aun distorsionada por el portero automático, de su hermana.
-Soy yo.
Un zumbido eléctrico y Melania empujó la puerta. Le pareció más pesada que la última vez que fue a visitar a Luna. Entró y cerró, dejando la escasa iluminación fuera, en su lugar natural como elemento proveniente de la estrecha calle. Pulsó el interruptor de la luz, cruzó el pequeño recibidor directa hacia los primeros escalones y subió hasta la planta donde la esperaba su hermana. Las sombras enrejadas de la barandilla perfilaban su forma contra la pared de la escalera, con la silueta de su hermana pequeña más difuminada, vacilante e inquieta.
-Hola Luna, ¿qué...
No la dejó terminar. Luna, que se cambió la ropa a algo más presentable que un camisón, concretamente un chándal y una camiseta holgada que, a pesar de su anchura, sugería las formas de su delgado cuerpo; se lanzó sobre ella una vez Melania puso los dos pies en el descansillo. La abrazó, todavía con los nervios alterados. No había sido capaz de relajarse, provocando a su vez un aumento de la ansiedad al ser consciente de la pérdida de su autocontrol, corría el riesgo de desbordarse en cuanto ocurriera cualquier cosa, inesperada o no.
-Gracias por venir. ¿Estabas trabajando?
-No te preocupes.
-Vaya -Luna entendió que sí-. Espero que no te hayas metido en un problema.
-Soy autónoma, no tengo jefe -brillaron de simpatía sus blancos dientes. La visión de aquella sonrisa causaba siempre el mismo efecto en la pequeña de las dos hermanas: era como volver a la infancia, cuando Melania la sacaba de los líos en los que no paraba de meterse y, con ese mismo gesto, decía aquello de "todo va bien, no pasa nada".
-Estoy tan asustada -dijo, con los ojos brillantes por las lágrimas que se esforzaba en retener-, no sé qué le pasa. Está como vegetal.
-Vamos dentro, hermanita, y me cuentas -miró a su alrededor, sospechando hasta del silencio-. Este no es lugar.
-Es verdad.
Luna se apartó dejando que Melania entrara primera. Ella lo hizo después. Cerró la puerta, encendió la luz, cogió la chupa de cuero de su hermana y la colgó en un perchero junto al recibidor y caminaron hasta la cama, donde Guzmán, pálido y huesudo, tapado de cintura para abajo por una sábana, aparentaba estar en un profundo sueño.
-Vaya -se limitó a decir Melania tras contemplarlo y desplazarse hasta la sala de estar-. ¿Me explicas qué ha sucedido? Por favor, no omitas ningún detalle.
Así lo hizo, desde las pesadillas de Guzmán hasta el último sueño, sus reacciones, la pérdida de consciencia y la llamada telefónica con la que media hora antes se había puesto en contacto con ella.
-Has venido rápido. ¿Estabas muy lejos?
-No, bueno, a estas horas no hay mucho tráfico por Valencia, el problema ha sido aparcar -Melania apuró la última calada al cigarro que había estado fumando desde que entró y lo aplastó contra el cenicero de cerámica que su hermana había sacado expresamente para ella. Con ese gesto simbolizó un cambio de tema, y con él sus facciones se ensombrecieron-. Ya sabes que Guzmán nunca me gustó, te dije que no debías irte con él, eres muy joven -apenas tenía veintitres años- para estar con alguien así. Siempre me ha dado mala espina.
-Ya, ya lo sé. No me sermonees que no están las cosas para eso.
-¿Para qué me has llamado?
-Necesito que me ayudes para contactar con Guzmán, sé -puso un especial énfasis en el verbo, añadiéndole al significado una importante carga de esperanza, de fe- que aún sigue aquí. Yo, así -refiriéndose al nerviosismo-, tan implicada emocionalmente, no puedo hacer nada, pero tú...
-Ya, entiendo. Te ayudaré -Luna se iluminó de alegría, siempre había confiado ciegamente en su hermana. Melania se contagió de su sonrisa, suavizando la seriedad de su semblante-, eso sí, ya sabes que ahora me interesa más el mundo material que el espiritual, veremos qué podemos hacer. Vamos.
Se levantaron, volvieron a la habitación donde estaba Guzmán.
-Siéntate tú en la cama, a su lado -sugirió Melania-. Al otro y de pie me quedaré yo.
-De acuerdo, Mel.
Siempre, desde pequeñas, ya escucharon que las dos hermanas eran opuestas. Tenían razón, bastaba con ver cómo Luna, de físico frágil y delgado, digno de modelo de pasarela, era completamente diferente a su hermana y su cuerpo voluptuoso, sexual y aparentemente creado para provocar algo más que miradas más o menos descaradas.
-Muy bien, vamos a ello. ¿Lista? -preguntó Mel.
-Sí.
Pusieron sus manos sobre el torso y la cabeza de Guzmán. Luna, bastante más tranquila por la presencia de su hermana, logró relajarse hasta poder dejar la mente en blanco, mientras Melania hizo lo mismo con mayor facilidad.

El recuerdo de la infancia, con su abuela en el parque, fue lo último que pasó por la cabeza de Guzmán, y fue perdiendo fuerza a medida que la bala atravesaba neuronas, hueso y piel. Poco tardó en perder los sentidos y sentirse en una especie de estado de flotación, sin caer ni ascender. Estaba sumergido en una ausencia total de estímulos internos y externos. Era él, pero a su vez era mil criaturas más: mercenario en Italia, soldado soviético en la segunda guerra mundial, concubina de jefe tribal árabe, legionario en la Roma de Julio César, agricultor, sacerdotisa, etcétera. Todas sus historias, desde su nacimiento hasta su muerte estaban en él, podía verlas, estudiarlas, extraer conocimientos y aprendizajes que, unas veces eran puestos en práctica y otras no. Podía ver como en la mayoría de esas vidas se repetían los mismos patrones, las mismas acciones, errores y aciertos. Ahora, viendo en conjunto su existencia, entendía mejor las palabras del misterioso ser a quien llamaba Henri Beaumont. Muchas veces había actuado con buena fe, con el único fin de ayudar a aumentar la conciencia de sus allegados, y casi todas había acabado siendo traicionado, engañado y manipulado por seres despreciables de alma podrida y aparentemente buenas intenciones.
-¿Ya lo entiendes? -otra vez Henri, cuya voz lo inundó todo.
-Sí -replicó, sin prestar mucha atención.
-¿Aún sigues pensando en querer salvar esas almas despreciables a costa de tu propia salvación? -Guzmán ni contestó, abrumado por todas sus vidas anteriores- Entiendo.
El silencio volvió a extender sus cortinas, dejándolo aislado de cualquier otra cosa que no fueran sus recuerdos.

Luna y Melania, desconcertadas, miraron a su alrededor. Estaban en una ciudad derruida por la guerra, con bloques de cemento, vigas retorcidas, pintura desconchada y los restos de un vehículo blindado medio enterrado por la nieve.
-¿Qué es todo esto? -gritó Melania, intentando llevar la voz más allá del ruido de combate que llegaba desde el norte.
-No lo... -Luna, de repente, se calló. La sensación de peligro inminente atravesó su delgadez como una descarga eléctrica. Cogió la mano de su hermana y tiró de ella, hacia el interior de un bloque de varias plantas que aún permanecía bastante entero- ¡corre!
El tirón hizo trastabillar el seductor cuerpo de Melania, consiguiendo salvar el equilibrio in extremis. Se refugiaron tras la pared contigua a la puerta. Una sirena se aproximó desde el aire, silenciando cualquier otro sonido de refriega. La explosión las aturdió.
-¿Qué... qué ha pasado?
-Creo que ha caído una bomba -contestó Melania, levantándose con dificultad. Había caído sobre un charco embarrado formado dentro de un agujero. El agua estaba helada.
-¡Estamos en una guerra!
-Eso parece.
-¡Qué frío! -dijo Luna, empezando a tiritar. Buscó algo de abrigo, inconscientemente. Charcos, materiales destrozados, marcas de combate, ratas y oscuridad, y el hedor de la guerra que las abofeteó. En el suelo, tirado boca abajo, un cuerpo yacía inmóvil- Creo que a este no le va a ser de mucha utilidad la casaca.
Con cuidado e intentando tocar lo menos posible del cadáver helado logró quitarle la parte superior del uniforme y se lo puso.
-¿Cómo puedes ponerte eso, Luna? ¡Es de un muerto!
-A él ya no le hace falta. Ahí hay otro, te aconsejo que te tapes o si no vas a morirte de frío -Señaló a otro cuerpo que, doblado sobre sí mismo y ligeramente inclinado hacia la derecha, descansaba junto a la pared-. No seas tan escrupulosa, Mel. Esto es la guerra.
-Pareces muy suelta, hermanita, cualquiera lo diría, con lo aprensiva que eres.
-Ya ves. Mira -levantó una Tokarev. Su uniforme era ruso, al igual que el del otro cadáver.
Melania superó su resistencia a vestir con las ropas de un muerto. Una explosión lejana les recordó que estaban en zona de guerra, hecho que parecía que no acababan de asimilar.
-¿Y ahora qué? -Melania se asustó, al ver a su hermana deslizándose contra la pared hasta acabar sentada-. Luna, ¿qué te pasa?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Te aburres bastante no??? porque para dedicarse a escribir estas PAYASADAS...más valiera que te pusieras a estudiar un poco más y no tanto ordenador, que luego así te van las cosas. Pero bueno allá tú, a mi como comprenderás me da igual, por mi como si te prendes fuego...que ya me percaté de quien eres tú en realidad

vicente dijo...

¡Gracias por leerme! ¿Algo más?

Yhadax dijo...

¿Sabes? Estas cosas me encantan, cuando la gente da la cara y muestra una opinión totalmente objetiva y estudiada :D

Ops, no... que eso no ha ocurrido.

[..La chica triste que te hacía reír..] dijo...

Este tipo de comentarios anónimos desquician al más pintado. Ay que ver qué ganas de perder el tiempo tiene la gente.

Si esto es perder el tiempo pierdelo durante mucho tiempo más, que yo lo perderé leyéndote, aunque lo sienta bien aprovechado.

Ea.

Isa dijo...

Gracias señor Anónimo!

Alguien tenía que decirlo, por favor, que se dejen de hacer payasadas en el mundo.

Como todos sabemos el ser humano está concebido para nacer, crecer, producir, morir, dejando a otros q puedan seguir produciendo, muriendo, producir, morir, producir, morir...

Nada de perder el tiempo escribiendo, componiendo, dibujando... Hay que estudiar, trabajar, hacerse hombres y mujeres de provecho... obtener beneficios (economicos, por supuesto) de cada una de las actividades de nuestra vida...

Aprovecho para pedir a Vico que no se prenda fuego, que el hedor es muy dificil de quitar.

un saludo, me voy a hacer unas ecuaciones diferenciales, o a invertir en bolsa o...

vicente dijo...

yhadax, mormórea, isa: gracias mil por vuestros comentarios. He de deciros que me han salido algunas cosillas que requieren mi atención, y creo que el 11 deberá esperar hasta la semana que viene (lo malo es que tengo la continuación revoloteando por la cabeza y no me deja ni dormir, ja ja ja, qué payaso soy)

Un saludo, y hasta la próxima.