
El placer que provoca desmontar
la cabeza, neurona a neurona,
y reconstruirla dejándolo todo
del revés es algo que... joder...
me faltan las palabras...
es una sensación tan extraña...
Sí, ya sé, la agonía
sigue estando ahí, pero las canciones
suenan diferentes. Algo falla.
Es como si yo no fuera yo.
Es como si enredaderas de notas
subieran por mis sienes, creando mosaicos
tan coloridos...
tan dolorosos...
Subo el volumen, el corazón me late
al ritmo de dieciséis balas
del calibre treinta punto seis;
dieciséis balas que me agujerean,
que me hacen comprender que las cosas
son siempre iguales, todas
ellas, salvo matices,
lo único que
difiere es la profundidad
de la resaca.