He vuelto.

miércoles, enero 04, 2012

Días largos

¿Qué pasó? Joder, no lo sé ni yo mismo. Lo único que sé es que el reflejo del espejo se ha vuelto ateo, ateo del todo, ya no quedan dioses en la vida, ni siquiera el dios de la estampita de ocho cifras y una letra. No veo ni amigos ni enemigos, solo intereses egoístas, cosacos de la estepa, el romanticismo ha muerto, las canciones han perdido el sentido y solo son ritmo y engañabobos. Me esfuerzo en ponerle un punto de partida, un instante, un hecho que me enseñara que la vida es lo que es, que no hay nada más y que la misma ilusión, la misma magia no es más que un engaño.
Veo engaños en todas partes. Nos engañan. Te engañan. Te engañas. Me engaño. Incluso el mismo engaño es un engaño, no lo sé, no soy un filósofo y dejo esas cosas para quien quiera perder el tiempo en ellas. Prefiero extraviarlo en otros asuntos, como en dejarme llevar.
Ni siquiera alcanzo a ver las estrellas. Sé que se han marchado en esta Barcelona de sonrisa sensual y dientes afilados. Ni siquiera alcanzo a prestar atención a lo que me dicen, a aparentar el más mínimo interés que, si ya no lo prestaba antes, ahora me siento obligado a alejarme de las enaguas de las falsas posturas sociales que me encadenan a ellos, a mis no-amigos-no-enemigos. No los reconozco como seres vivos. Trabajan conmigo, y sé que debería aparentar que me interesan sus vidas, sin embargo cada día que pasa pierdo más las ganas de sonreír, de participar en sus conversaciones, en sus intereses.
La pérdida de la inocencia, sí, me he hecho mayor, me he hecho adulto y he dejado de creer hasta en el creer mismo. Solo me estimulan los cambios, la constante renovación y me provoca una extraña sensación el solo hecho de pensar en quedarme en un mismo sitio por más tiempo. No es miedo, es pavor o terror, ni alegría. Ni deseo. Ni interés. Interés que olvidé su significado.
Corazón que late en mi pecho, ahora eres un reloj.
Como el de la pareja que camina, acaramelada, por la calle. ¡¿No lo véis?! Al igual que la interrogación que se anida dentro de las exclamaciones ellos tan solo van por el puro interés, aun creyendo en la magia, en el amor, en que están unidos en su destino. Interés: banqueros emocionales. Fingen sin saber, como la pelota del trabajo o el caprichoso que colecciona aromas de tanga solo porque el cuerpo que una vez estuvo dentro tiene una forma determinada.
Vuelvo a mi reflejo en el espejo: mentiroso. Me lo digo, porque he mentido, y me he mentido a mí, primero creyéndome mi pose, después destruyéndola y haciéndome pasar por quien en verdad no soy para satisfacer algo que no puedo satisfacer. Las relaciones humanas pierden interés, el sonreír, el estar ahí, el escuchar y ser buena persona. Lo voy perdiendo como pierdo el mismo interés por vivir al saber que, al contrario de lo que creía Steve Jobs, no hay nada más. Naces, creces, te jodes y mueres. Gracias, Juan Abarca. El aportarse uno mismo a los demás pierde interés cuando saber que eso no significa nada. Porque caducará, será olvidado y todos morirán.
Quizá esto suene a confesión, me da igual, soy otro más de los que pasan su vida sin pena ni gloria, intentando hacer algo hasta dar con el mismo silencio de la muerte. O hasta que la muerte se aburre de uno y lo deja tirado.
Simples pajas mentales. Cada día es más largo que el anterior.

2 comentarios:

Ladrón de mandarinas dijo...

Qué lobo estepariense, ¿no?

Decía no sé quién -un filósofo del que no recuerdo el nombre- que hemos desencantado el mundo, que eso es crecer; tomar conciencia, acabar con los mitos, no creer ya en lo que hacemos. Abrir los ojos y deslumbrarnos con el vacío, pues no hay nada que ver. Ni luz al final ni ostias, nada.

El caso es que, total, de todos modos a mí me mola bailar.

vicente dijo...

Bailar sin creer. Mola. Sí. Todo lo demás acaban siendo pérdidas de tiempo.

Un saludo, y gracias por comentar!