He vuelto.

jueves, julio 26, 2012

Guillotina

Si el lirismo de un Cristo esquisto pido atisbo el mismo abismo frío
en la hora nona con la soga tosca, celosa, hosca, melosa;
río, silbo y miro: sigo al mismo tío que maté al blandir al calor azul
los mil grados centígrados. 
Palmaré de una pieza. Robespierre me espera.
Soy de los suyos aunque intuyo que siendo difunto
joven, perfecto me veo en su credo entero un efebo repleto de sesgo.
¡Guillotina, si nos miras dinos finas ironías incoativas!

domingo, julio 15, 2012

La broma

Que empiece la broma,
que lo saquen del coma,
que mire a su alrededor
¡y que piense que muerto
estaba mejor!

Que retiren las señales,
que le quiten los pañales,
que vuelva a caminar
¡aunque no hayan caminos
por donde escapar!

Que operen a una mano,
que el menú deguste guano,
que la amputación es salvación:
¡pero la gangrena ha infectado
nuestro corazón!

No hay solución.
No hay solución.
No hay solución.
No hay...

jueves, julio 12, 2012

Esclavo del verbo

Llevaba varios días pensando en escribir algo, en reactivar el blog. Tenía la esperanza de que, como dirían los cursis y los poetas, las musas vendrían y me susurrarían al oído palabras para insuflar eso que llaman talento provocando una reacción en cadena de versos libres, caóticos y borderliners que suelo parir. Desde luego no destaco por mi inteligencia.
Soy esclavo de las palabras, ¿por qué espero a que lleguen cuando me tienen encadenado y son las que restringen el mundo? No tengo más que observar un poco a mi alrededor y reconocer que hoy seré más pobre que ayer porque alguien pronunció las palabras "subida del IVA", que seré más fracasado que ayer porque otro me dijo que me daré una hostia con el proyecto que estoy desarrollando. Cada vez que alguien interactúa conmigo desencadena órdenes, o mensajes con mayor o menor carga emocional; cuyo fin único es el de esclavizarme. Interacción social lo llaman. Es normal. Comparados con los animales, que solo poseen algo parecido a un presente de indicativo nosotros los humanos nos comunicamos con pretéritos, volitivos, percepciones, intuiciones, deformaciones. Metáforas. Elipsis. La comunicación verbal que, como dicen los expertos, es en torno al siete por ciento de la comunicación total, la corona y redirige hacia la esclavitud del oyente manipulando su percepción de la realidad; y del dicente, que tiene dos opciones: someterse a su palabra o traicionarla.
"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios" (Juan 1:1). Y desde entonces estamos bajo su única voluntad y todos sus omni- no son más que eso que todos compartimos: las palabras. El infierno es mi mala consciencia y los recuerdos que me hostigan con su ejército de fantasmas, caídas y vampiros. El cielo es mi imaginación, es decir: la construcción verbal que me invento cuando pienso en lo que quiero conseguir. Con sus infinitas combinaciones puedo crear mi mundo perfecto, más o menos alejado de la dúctil realidad a la que somete y que no es más real que su propia representación; pero jamás podré escapar de ellas. 
Mentí. Hay varias formas: desde la lobotomía hasta la muerte. Pero confieso que tienen un no-se-qué que no me atrae.
Las palabras constriñen la acción, la dirigen y someten la voluntad, someten la fuerza del fuerte y otorgan poder al débil. Encañonan y provocan muerte y destrucción; y atan a la tierra a millones de personas. Atan a treinta metros cuadrados durante cuarenta años. Invaden Polonia. Destruyen Hiroshima. Someten estados enteros que previamente han sido creados con la palabra. Como los pueblos. Blanco-negro. Dicotomías.
El siete por ciento, dicen. Bah. La palabra está siendo minusvalorada, despreciada y olvidada, convertida en una burda neolengua orwelliana de uso simple, plano, sin matices. Está siendo regulada y formalizada, pulida y perfeccionada para que se ajuste a los tobillos convirtiéndose en blackberries, dispositivos BlackBerry que sitúan en nuestra mano una cajita llena de palabras que nos acompaña a todas horas. Pensamientos convertidos en e-mail y e-mail que construyen otros pensamientos. Esclavos de la información que rodea e indigna, o eleva, o distrae.
O acobarda. El miedo es una palabra, y miedo son palabras: acentuados los temores de los recuerdos los muros de la zona de confort crecen. Despiertan instintos olvidados, terrores infantiles, un pánico atroz que es capaz de petrificar la musculatura a base de latigazos nerviosos en bucle infinito. Es tan fácil dejarse llevar por el miedo, admitir que las cosas van mal pero no podemos cambiarlo. Es tan fácil desahogarse verbalmente con otros que comparten mis mismas inquietudes -o indignación- sin atreverse a romper la cadena que nos convierte en fila. Estoy indignado, y salgo a la calle para que me oigan. Bien. Siguiente. Creo un tweet que es la hostia y consigo que se propague viralmente. Bien. Siguiente. Pintarrajeo mi nombre en un muro y así soy más famoso. Bien. Siguiente.
Al decir, al pensar, hago. Y se queda ahí, cada uno dentro de su coto privado de reflexión propio o del sistema hablante-oyentes. Sin embargo, nosotros que no queremos tener poder nos quedamos ahí, sumisos a las palabras de otros que sí lo poseen y emplean contra nosotros. El sistema establecido no es más que una sumisión ante determinadas palabras y su aceptación incondicional. El mil novecientos dieciocho individual. Mientras tanto, el amo de la palabra de poder cambia la vida de sus esclavos con un giro, con un matiz. Una coma significa vida o muerte y tú sin enterarte, hoygan.